Los nombres de precandidatos a la Alcaldía de Pereira
abundan. Todos los partidos y movimientos políticos están haciendo públicos sus
ramilletes. Unos con mayor pedigrí que otros. Algunos con hojas de vida relucientes,
otros con bastantes tachas, varios que tienen vuelo propio, y una mayoría que funge
como correveídiles de sus jefes políticos.
Muy seguramente puede ocurrir que el elegido por los
ciudadanos tendrá iguales o menores facultades para gobernar que el abogado
Enrique Vásquez. Esto es doloroso, pero no tan grave como el resultado final
que deberá asumir la ciudad y que se traducirá en un desmoronamiento de todos
sus indicadores sociales y económicos.
Muy difícilmente Pereira será capaz de resistir un nuevo Alcalde
sin la formación, ni el talento, ni el talante, ni la capacidad para dirigir
los destinos de una urbe que durante los últimos siete años ha perdido espacio
de liderazgo regional.
Pereira exhibe hoy indicadores bastante pobres en calidad
educativa, coberturas en salud, nutrición infantil, equidad de género y
seguridad ciudadana.
Son lamentables los resultados en materia de empleo, combate
de la pobreza, sostenibilidad ambiental, disminución del hambre, explotación
sexual y trata de personas.
Los pereiranos deberían preocuparse por concertar un gran
pacto social que regrese a la ciudad por sus tradicionales senderos de progreso,
y que garantice la necesaria gobernabilidad, para no tener que seguir viviendo
la deshonra de liderar las peores situaciones del desarrollo humano y social.
Encontrar un buen Alcalde es importante, pero no suficiente.
Se requieren un acuerdo sobre lo sustancial, para que Pereira vuelva a ser la
capital del eje cafetero, título que perdió debido a la ineficiencia de los
últimos dos gobiernos.
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