sábado, 13 de octubre de 2007

POBREZA Y MEDIO AMBIENTE

Uno de los grandes debates ambientales gira en torno al nivel de responsabilidad de la pobreza en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación del entorno. La tesis más generalizada es que la pobrería busca en los bosques la madera para levantar sus viviendas, tener fuego y ganar terreno para la siembra de alimentos. Este tipo de comportamientos acelera los procesos erosivos e incrementa los niveles de riesgo por deslizamientos de tierra e inundaciones. Sus excretas y los residuos sólidos y líquidos que se originan en su vida cotidiana van a parar especialmente a las fuentes superficiales de agua, que son utilizadas para su propia ingesta, con lo cual se crea un círculo de contaminación y enfermedad que desmejora la calidad de vida de las personas y obliga a múltiples inversiones públicas en saneamiento básico y atención hospitalaria.
A esto se agrega que el sector productivo de los países subdesarrollados contribuye a que el círculo de la pobreza no tenga fin, pues se niega a invertir en tecnologías limpias y prefieren seguir enviando sus desechos a los ríos, al aire y a los botaderos de residuos a cielo abierto, que son precisamente los espacios que lindan con las comunidades más pobres y marginadas. El impacto ambiental de las acciones industriales iguala, e incluso supera la dimensión del problema que ocasionan las comunidades pobres, y los efectos más próximos se observan en la tierra arrasada por el uso de técnicas contaminantes; disminución de especies de flora; eliminación de bosques para propósitos agrícolas y pecuarios; desaparición de fuentes de agua y déficit en el inventario de biodiversidad. Esta contaminación de origen industrial, no es exclusiva de los países pobres, también se observa en las naciones ricas, y sus impactos, incluso, son mucho más drásticos, por ejemplo, con el uso excesivo de gases de efecto invernadero.
De este análisis de entorno surge una pregunta muy precisa «¿Cómo se puede pedir menos pobreza sin pedir a la vez menos población?»[2] Y la respuesta es que el crecimiento poblacional por sí mismo no es el causante de la pobreza, pues para que esta se consolide deben entrar en juego otras circunstancias como la desigualdad en la distribución de los recursos, la obsolescencia tecnológica, la falta de políticas productivas, la poca inversión en investigación, el desempleo estructural, la mínima atención frente a la ocurrencia de enfermedades mortales y el mal uso de los recursos naturales. Muchos países altamente poblados combaten las variables que conducen a la pobreza y se erigen como naciones desarrolladas, tal es el caso de China, que en las últimas dos décadas disminuyó en 42 puntos porcentuales el número de pobres[3].
Claro que cuando un país es pobre y mantiene un acelerado nivel de crecimiento demográfico, sin aumentos significativos de su riqueza, es muy probable que se reproduzca la pobreza con todas sus secuelas. Mientras que un país rico con modelos de contención poblacional incrementará el nivel de vida de sus habitantes y presionará una mejor distribución de la riqueza.
Lo que sí es claro es que existe una acción contaminante y depredadora tanto entre los pobres como entre los ricos. Aquellos lo hacen porque esquilman los recursos naturales para poder subsistir y porque sus tecnologías son inadecuadas y estos porque tienen un exceso de consumo que copan la capacidad de autorregeneración del ambiente.




[2] La pregunta fue formulada por el profesor Sartori, titular de la cátedra Albert Schweitzer en Humanidades de la Columbia University de New York y profesor emérito de la Universidad de Florencia.
[3] Reducción de la pobreza y crecimiento: Círculos virtuosos y círculos viciosos. Naciones Unidas, 2006

lunes, 8 de octubre de 2007

ISRAEL LONDOÑO SE PERFILA COMO NUEVO ALCALDE DE PEREIRA

En días pasados escribí que Marta Helena Bedoya veía cómo se extinguían sus posibilidades de llegar a la Alcaldía de Pereira por segunda vez, en esta ocasión en representación del Partido Liberal. Y que sin duda perdería frente al candidato Israel Londoño, quien hace un año apenas sí registraba el 5% de favoritismo.

Y las últimas encuestas me dan la razón plenamente. La más reciente edición de la revista Semana (http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?idArt=106721) asegura que Israel Londoño cuenta a su favor con el 37% de intención de voto, contra el 31% de la señora Bedoya Rendón. Hace ocho días, otra encuesta realizada por el Grupo de Investigación en Estadística Multivariada de la Universidad Tecnológica de Pereira, concluyó en que Londoño Londoño obtenía el 31.1% y Marta Helena el 22.2%.

Londoño ascendió de manera constante en las encuestas, que en julio de 2006 lo ponía con el 5% y en mayo de 2007 le daban el 11%. Sin embargo, su mayor repunte se presentó luego del retiro de la candidatura liberal de Luis Fernando Baena y la designación como su reemplazo de Marta Bedoya, quien hasta ese momento emprendía una campaña a nombre del movimiento cívico Tejiendo Ciudadanía y tenía un favoritismo del 27%.

Bajo las nuevas condiciones políticas, hace un mes la señora Marta Bedoya pasó del 27 al 33%, pero Londoño se catapultó del 11 al 24%. Esa tendencia estadística, lo dijimos, era imparable, no sólo por lo que decían los número, sino por las sensaciones y percepciones entre la comunidad.

En los veinte días que restan de campaña política, Londoño tiene mayores posibilidades de seguir creciendo, porque según la revista Semana su imagen negativa es de tan sólo el 5%, frente a la de Bedoya que es del 25%. Dicho de otra forma, la exalcaldesa ya llegó a su tope, mientras su contendor todavía tiene un margen muy grande para moverse, especialmente si se tiene en cuenta que a él no lo conoce el 24% de los potenciales electores, segmento al que tiene que conquistar para aumentar su ventaja en la intención de voto. Las posibilidades de maniobra de Bedoya son muy pequeñas, porque sumado a su alta imagen negativa, sólo la desconoce el 9%.

El descalabro político de Marta Bedoya se debe a los desafortunados resultados de su gestión pública en materia de política social, dado que todos sus esfuerzos estuvieron enfocados a renovar urbanísticamente el centro de la ciudad y a beneficiar con obras a los estratos socioeconómicos más altos. A ello se suman actos de represión contra las familias más pobres, y, especialmente, contra los vendedores ambulantes.

Así mismo, la caída de la señora Bedoya tiene mucho que ver con su incoherencia política, al haber transitado por cinco partidos y movimiento políticos en menos de siete meses, lo que confundió al electorado, que quedó con la sensación que lo que ella quería era un puesto en el sector público, antes que asumir la conducción responsablemente de la ciudad.

Israel Londoño, por su lado, fue capaz de conquistar un espacio político que trascendió al partido de la U, que lo avala, y le quita a su contendora, según las encuestas, la mitad de los votos del liberalismo y la derrota entre los electores conservadores. Adicionalmente, su discurso estuvo mucho más comprometido con las políticas de inversión social y mostró mayor claridad y coherencia en lo relacionado con el futuro de la ciudad en materia económica y de seguridad.

Adenda: En esta campaña descollaron dos jóvenes figuras que tendrán mucho protagonismo en la política local. El abogado Fredy Arias Herrera del Polo Democrático, quien fue el único opositor consistente que tuvo el Alcalde de Pereira y quien basó su propuesta como candidato a la Alcaldía en mejorar los indicadores de la educación y en impulsar un plan de lucha contra el hambre que tiene cercada al 35% de los pereiranos. El ingeniero John Jairo Santa, quien con el respaldo de firmas se inscribió como candidato, proponiendo un modelo de desarrollo económico que convirtiera a Pereira en el más grande centro comercial de la región y buscando asegurarles educación y salud de buena calidad a los ciudadanos.

jueves, 4 de octubre de 2007

IMPACTOS NEGATIVOS DEL CONSUMO EN EL MEDIO AMBIENTE

El nivel, la intensidad y la calidad del consumo inciden negativamente sobre el medio ambiente, ya que presionan la sobreexplotación de los recursos, agotan las materias primas y generan una cantidad cada vez mayor de residuos sólidos, cuyo tratamiento se dificulta por la utilización de elementos de tardía descomposición, degradando el suelo y las fuentes subterráneas de agua por los lixiviados, así como a la atmósfera por los malos olores que produce la acumulación de gases, las quemas y las descargas de CO2 provenientes de las fuentes móviles y fijas.
El consumo se ve presionado inicialmente por las necesidades de supervivencia de la población. Por lo tanto, el crecimiento poblacional es fuente contaminadora y depredadora, pues ante más habitantes se consumen más recursos y se eliminan más residuos. El hecho de que la población mundial se haya triplicado en los últimos 80 años, implicó cambios sustanciales en los sistemas productivos, teniéndose que introducir la biotecnología y la manipulación genética para ofrecer respuestas en términos de tiempo y cantidad de alimentos al creciente número de personas. Sin embargo, esos indudables avances científicos crean ambientes naturales dañinos, que le están restando capacidad regenerativa a la tierra, empobreciendo los suelos y acabando con gran parte de la diversidad alimenticia.
La gran paradoja surge del hecho que a pesar de los excepcionales avances en producción de alimentos, cerca de 1.000 millones de personas que viven en la indigencia y que habitan básicamente los países más pobres no tienen acceso a la comida, lo que deja al descubierto un problema aterrador: hay alimentos pero no una racional distribución, lo cual se debe analizar como un fenómeno cargado de implicaciones políticas y económicas. Las propias organizaciones mundiales relacionadas con los temas alimenticios, aceptan que cerca del 17 por ciento de la comida se pierde por mala manipulación y por deformaciones en el mercado, cantidad suficiente para evitar que hubiese hambre en el planeta.
El mayor nivel de consumo se concentra en el 25 por ciento de la población mundial, que mayoritariamente vive en las naciones más ricas. La capacidad de compra de estas sociedades son las que han motivado la individualización, la diferenciación y la exclusión. Las teorías relacionadas con las tendencias consumistas de las elites han impulsado no sólo el surgimiento de exclusivas agrupaciones sociales sino avances tecnológicos sin precedentes en alimentos, empaques, vestidos, electrodomésticos, sistemas satelitales, muebles, materiales de construcción, etc., casi todos muy agresivos y desafiantes con la capacidad de absorción de la naturaleza.
La realidad también muestra que el 58 por ciento de personas tienen un nivel medio de consumo de artículos que le brindan satisfacciones a sus necesidades básicas, sin acercarse a las ostentosas cifras de los más ricos. Mayoritariamente este grupo vive en las naciones subdesarrolladas, cuyos principales activos tienen que ver con la producción y provisión de materias primas, especialmente biomasicas. La mayoría de sus residuos son dañinos para el entorno natural.
El desaforado aumento de consumidores (ostentosos o no) genera impactantes cifras de residuos, cuya gestión aun se enfrenta a dificultades técnicas y operativas que la ciencia no ha sido capaz de solucionar y frente a las cuales los gobiernos son totalmente ineficientes. Si se parte del hecho que hay una generación de basura diaria per cápita de 300 gramos (incluyendo en el cálculo de la media a una sexta parte de la población hambrienta) se producen en el mundo 1.8 millones de toneladas métricas de residuos, de las cuales son recuperables para que reingresen al sistema productivo poco menos del 15 por ciento. Ahí está de cuerpo presente uno de los más graves problemas de la actualidad: ¿qué hacer con semejante cifra diaria de residuos? Algunas propuestas se dirigen a disminuir el nivel de consumo, a evitar la producción de artículos que no se degradan, a reducir los envases y artículos desechables, y a aplicar altos impuestos para productos que requieran reposición como baterías, aceites y llantas.