domingo, 17 de mayo de 2009

Están chantajeando a Pereira

El Ministro de Transporte, Andrés Uriel Gallego, ha dicho con claridad y en tono pausado que si el aeropuerto Matecaña no se entrega en concesión a un particular, dentro de un paquete regional que está estructurando el gobierno nacional, entonces no recibirá apoyo del presupuesto para mejorar sus condiciones de operación y de seguridad.

Esto es un chantaje para una ciudad que tiene un aeropuerto propio, que lo construyó con sus propias manos, que lo ha sostenido, que ha mejorado en seguridad, que ha hecho inversiones en infraestructura y que concentra tres cuartas partes del movimiento de pasajeros en la zona cafetera.

El Ministro considera que no debe hacer inversiones en una propiedad donde el gobierno nacional no tiene acciones. Y por eso dice que Pereira no tendrá recursos hasta que no se meta en una concesión regional, que no es viable bajo ninguna circunstancia si no está el Matecaña, que seguirá siendo el Aeropuerto preferido regionalmente por su cercanía geográfica con los usuarios.

El aeropuerto de Palestina se construirá. Para ello el gobierno nacional invierte 45 millones de dólares. Sin duda será una terminal aérea de lujo. Pero ni los pasajeros del norte del Valle (desde Cartago hasta Tuluá), ni los de Risaralda, ni los del occidente de Caldas, irán hasta Palestina a tomar sus vuelos y seguirán yendo a Pereira. Excepto que ocurra una cosa: que la Aerocivil cierre el aeropuerto Matecaña por no cumplir con todas las normas de seguridad aeronáutica, y esta posibilidad está abierta, lo que obliga al gobierno municipal a definir inversiones urgentes para evitar que ello ocurra en el mediano futuro, cuando los caldenses empiecen a presionar, afirmando que el terminal pereirano es inseguro para operar. Y frente a este argumento, donde está de por medio la vida de la gente, no habrá mucho qué hacer.

Pereira está en una situación de indefensión total en esta coyuntura, porque no tiene 20 millones de dólares para modernizar su aeropuerto con todo lo que le exige la Aerocivil, y desechó, por la oposición cerrera de algunos círculos sociales, tener el manejo del aeropuerto de Cartago, con lo cual las condiciones de negociación con el gobierno nacional serían hoy bien distintas.

Lo que sí es evidente, es que si Pereira de su propio presupuesto no mejora el Aeropuerto, esté tendrá un futuro bastante incierto, y no quedarían sino dos caminos: el primero, es acceder a las pretensiones del gobierno nacional y concesionarlo al particular que ellos definan; o concesionarlo de manera directa a un gran operador internacional, que gustoso se quedaría manejando un terminal aéreo que tiene mercado y clientes fieles.

Pero a decir verdad, ni las autoridades locales, ni los gremios económicos, ni la clase política, ni la opinión pública serán capaces de ganarle el pulso al presidente Uribe Vélez, que hará valer todo su poder para reducir a su mínima expresión las voces opositoras que se puedan levantar para defender el patrimonio local. En Pereira a Uribe lo acatan, lo veneran, lo idolatran, lo respetan y le obedecen. Imagínense, entonces, cuál será la decisión.

domingo, 3 de mayo de 2009

¿CUÁL ES LA CIUDAD QUE QUEREMOS?

Uno quisiera vivir en una ciudad socialmente equitativa, que haga buen uso de los impuestos, que combine variables arquitectónicas, urbanísticas y ambientales y que se ajuste a procesos de planeación modernos e inclusivos.

Esto se debe traducir en que la gente tenga espacios para la movilización peatonal, escenarios para el esparcimiento, zonas verdes para la gestión ambiental, servicios públicos de buena calidad, vías amplias para el tránsito automotor, sistemas de transporte público confiables y legalización y formalización de las zonas marginales.

Esa ciudad debe estar abierta a debatir sobre si su gestión urbana debe propiciar la Dispersión o la Concentración. Tiene que tener un balance real de su amueblamiento urbano. Ser capaz de mapear la disponibilidad de tierra. Actualizar el catastro sin afectar la salud económica de las familias. Intervenir decididamente sobre los procesos de gentrificación urbana para evitar conflictos de convivencia local.

Lo ideal es vivir en una ciudad donde no prevalezca un Alcalde Marca sino una Administración de Consensos y Objetivos. Donde se privilegien acciones culturales y se respete la relación entre Diferencia y Diversidad. Y donde se piense el desarrollo en función de concertaciones regionales para la complementariedad, el emprendimiento y la competitividad.

Esa ciudad debe lograr que el gobierno local procure construir un modelo de intervención social y económica que contribuya a mejorar los indicadores de desarrollo humano, buscando que sus habitantes puedan gozar de una vida más larga y digna, acceder fácilmente a los servicios de educación y contar con los recursos mínimos para prodigarse una vivienda confortable y una alimentación permanente.

Los ciudadanos deberían tener la posibilidad de exigir (y que se les cumpliera) que el proceso de rendición de cuentas sobre la actividad de los asuntos públicos no se convirtiera en un espectáculo circense y fuera el escenario propicio para debatir sobre cómo avanza el gobierno, teniendo como punto de partida indicadores técnicos y no discursos efectistas.

La ciudad ideal, y que se puede conseguir, debe ser muy fuerte en procesos de control social, donde la participación ciudadana sea efectiva y donde se pongan en marcha observatorios temáticos sobre políticas públicas, espacio público, seguridad y desarrollo económico, entre muchos otros temas, con lo cual se pueda alcanzar un verdadero Crecimiento de Base Ancha, que es como llaman los especialistas a una democracia incluyente, donde los gobiernos tratan a sus gobernados como personas adultas e inteligentes.

La decisión de vivir en una ciudad que cumpla con estos requisitos está en cada uno de nosotros. Lo importante es saber elegir al más competente para orientar estos sueños. En muchas regiones del mundo han logrado que las ciudades sean verdaderos espacios de convivencia y de buen vivir. ¿Por qué no lo intentamos nosotros?