miércoles, 30 de mayo de 2018

LA CRECIDA DE FAJARDO


Resultado de imagen para sergio fajardoCuando la cuesta electoral se empinó, Sergio Fajardo, que venía rezagado, apretó el paso, fortaleció su discurso y alcanzó un lugar en el podio, que no le sirve para disputar la Presidencia de Colombia, pero demuestra que es una alternativa poderosa para el futuro del país y se encumbra como la cabeza de una propuesta política certera, ubicada en el centro, que no se mete en la discusión menuda y coyuntural, sino que le apunta al debate de cómo solucionar los temas estructurales que aquejan al país.

Es posible que Fajardo haya reaccionado tarde y que le hubiese faltando un poco más de tiempo para pasar a segunda vuelta. Pero lo cierto es que fue él quien conquistó gran parte de los nuevos electores, que hicieron bajar la tradicional abstención en Colombia.

Sus 4,6 millones de votos, superan por más del doble los que logró la coalición de partidos que lo acompañó en las elecciones parlamentarias. Y esos nuevos votos provinieron en gran medida de los jóvenes, que creyeron que era posible pasar a una segunda vuelta y conformar en ese momento un gran acuerdo de centroizquierda para llegar a la Presidencia.

La mayor porción de nuevos electores, que se sintieron éticamente obligados a tomar una decisión política para elegir Presidente, se inclinaron por Fajardo, que se mostró como una opción conciliadora y dueño de un discurso no polarizante.

Uno de los resultados más sorprendentes fue la forma como Fajardo se tomó el voto urbano, que se tradujo en su victoria electoral en varias de las principales ciudades del país. Por ejemplo, en Bogotá sumó 1,2 millones de votos y derrotó a Petro y Duque que aparecían en las encuestas como los dueños del electorado bogotano. Nadie veía venir este resultado.

En las capitales del eje cafetero, donde siempre el uribismo había reinado ampliamente, los electores dieron un golpe de autoridad y produjeron un grito de independencia, haciendo que Fajardo ganara en las tres principales ciudades. En Manizales el 50% de los votos fueron para él; en Pereira el 40,7% y en Armenia el 42%.

Los caleños se zafaron del yugo electoral del Centro Democrático y del Partido de la U, y votaron mayoritariamente por Fajardo (32,5%). Los electores de Tunja volvieron a mostrar su independencia y pusieron a ganar a este profesor (39,2%)

Se destacan también los resultados en Bucaramanga (35,6%) frente a Duque (39,6%). En Medellín, donde fue alcalde, tiene un gran potencial (31%).

¿Qué pueden llegar a significar estos positivos resultados para esta alianza política? Ya Fajardo marcó el camino. Dijo que la alianza de centro izquierda (Partido Verde, Polo Democrático y Compromiso Ciudadano) irá unida a las elecciones regionales de 2019. Eso significa presentar candidatos para alcaldías y gobernaciones, así como para concejos y asambleas.

Esta alianza puede mostrar en este momento tres gobernadores en ejercicio: Putumayo, Nariño y Boyacá y el alcalde de Neiva; así como alianzas para las gobernaciones del Meta, Arauca y Guainia,  y las alcaldías de Mocoa, Popayán y Quibdó.

Si se logra mantener un discurso coherente y se superan las rivalidades regionales y locales, el proyecto que dirigen Fajardo, López y Robledo se podrá ensanchar con acuerdos políticos que permitirían pelear con muy buenos candidatos las alcaldías de Pereira, Armenia y Manizales, reconquistar la de Tunja y dar una sorpresa en Cali. Todo es posible, porque los electores están cansados de los abusos y la ingobernabilidad que se presenta en la mayoría de estas ciudades y aspiran a tener nuevos pensamientos y distintas alternativas.

Además, existe la opción real de que Claudia López o Antonio Navarro (el que escoja la alianza) puedan lograr ganar la alcaldía de Bogotá. El juego está abierto y un discurso político de centro está posicionándose en la política nacional.

lunes, 28 de mayo de 2018

LA CAÍDA DEL FARAÓN


Resultado de imagen para german vargas llerasGermán Vargas Lleras, miembro de unas las castas políticas más importantes del país, no logró el cometido de pasar a segunda vuelta presidencial en 2018 y quedó reducido al cuarto lugar en la competición, representando el 7,28% de la votación nacional.

Cuando anunció su candidatura en 2017 y se retiró de la funciones de Vicepresidente, el país observó cómo su nombre brillaba en todas las encuestas. Pero muy pronto su comportamiento personal y los escándalos de corrupción en su partido Cambio Radical le pasaron factura de cobro y paulatinamente lo fueron sepultando en los últimos renglones de los estudios de percepción electoral.

En 2010, Vargas Lleras sumó 1.473,627 votos (10,11%) y fue el tercero en  la contienda, lo que le sirvió para que el electo presidente, Juan Manuel Santos lo convocara a su equipo ministerial, desde donde saltó cuatro años más tarde como vicepresidente con notables funciones en la ejecución de un abultado presupuesto para viviendas, vías e infraestructura de servicios públicos.

En 2018, a pesar del arsenal de resultados en su gestión vicepresidencial, su suerte electoral no fue mejor que la de 2010. Su votación fue inferior: 1.407.840.

A nadie sorprendió este pésimo resultado alcanzado por Vargas Lleras, quien durante la fase final de la campaña política tuvo una lánguida presentación en los debates públicos con los otros candidatos; se dejó vencer por el mal genio; le pudo más su instintiva reacción insultante, que la capacidad de diálogo y de debate; no convencieron sus argumentos relacionados con los 25 temas sobre los que trabajó su equipo de campaña; y se mostró indeciso e impreciso sobre los acuerdos de La Habana.

Sus asesores tenían la esperanza de que la maquinaria política funcionaria en su favor y diera una gran sorpresa. Y no fue así. En el Caribe, donde lo acompañó la poderosa familia Char y la mayoría de parlamentarios, sus competidores lo masacraron. En Bolívar los candidatos Duque y Petro lo quintuplicaron. En Atlántico, su plaza natural, Gustavo Petro lo dobló. En el Cesar el candidato Duque lo cuadruplicó y Petro lo triplicó. En Córdoba el izquierdista Petro lo cuadruplicó y Duque lo triplicó. En Magdalena, San Andrés, Sucre y La Guajira la historia y los resultados de Vargas no fueron diferentes.

En Huila, donde la estructura política lo rodeó completamente, obtuvo únicamente el 3,9% de los votos y fue cuarto en el listado publicado por la Registraduría. En Meta donde el alcalde, la senadora Martínez, un representante a la Cámara y gran parte de exgobernadores, concejales y diputados lo respaldaron, también fue cuarto con el 5% de los sufragios.

En Valle, donde la gobernadora Toro y su poderosa estructura política elegida el 11 de marzo se responsabilizaron de la candidatura de Vargas, su participación en las urnas apenas fue del 7,8%. En Risaralda, donde se unió un poderoso equipo parlamentario, acompañado de destacados empresarios, su nombre no logró superar el 5%.

Pero el desastre no terminó allí. Bogotá le dio la estocada final. En la Capital, que fue el escenario de su surgimiento político y donde reinó por muchos años, apenas sí logró una participación del 4,7% del favor electoral, o sea, escasos 172.000 votos.

¿Con estos sombríos resultados, Vargas es un político liquidado? Todavía no. Tiene la esperanza de resurgir, si logra una buena negociación burocrática con el candidato del Centro Democrático, Iván Duque, que requiere de esos 1,4 millones de votos del vargasllerismo en la segunda vuelta.

jueves, 17 de mayo de 2018

EL CAMINO ES DE LA CALLE


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Humberto de La Calle ha demostrado con creces a lo largo de su vida, y en especial en esta coyuntura electoral, que es un hombre con sobrados méritos para ejercer la presidencia de Colombia.

Existe coincidencia en el país de que él es el mejor candidato para Presidente. Tiene las ideas más claras sobre lo que debe ser el papel del Estado para enfrentar problemas tan críticos como la pobreza, la miseria y la exclusión que viven 13 millones de colombianos.

Tiene fundamentos muy precisos sobre cómo debe ser el comportamiento de la economía y la manera cómo esta debe propiciar el crecimiento, el desarrollo y la equidad en la distribución de la riqueza.

No ha caído en la trampa de hacer promesas que de antemano se sabe que no se pueden cumplir, como esas de bajar los impuestos, aumentar desmesuradamente los salarios, no tocar el sistema pensional y erradicar la explotación de hidrocarburos. Estos son temas muy taquilleros para conseguir votos y enamorar incautos, pero son los que ayudan a ahondar el menosprecio de las gentes por la política y los políticos en el momento en que se sienten engañadas.

De La Calle, como ninguno otro, tiene el tacto y la habilidad política para construir consensos. No en vano ha guiado, en representación del gobierno, los dos procesos más importantes de los últimos treinta años: La formulación y aprobación de la Constitución Política de 1991 y el Acuerdo de La Habana que permitió la desmovilización de miles de guerrilleros y la inclusión de las FARC al escenario político nacional.

El candidato liberal se merece una mejor suerte en el actual proceso electoral, porque es quien más le conviene al país. Infortunadamente, los ciudadanos hemos caído en una polarización extrema, que ha cegado la capacidad de raciocinio político de millones de personas, que con una pasión insana andan metiéndole leña al fuego y tratando, cada quien por su lado, de incendiar a Colombia y no dejarla vivir en paz y tranquilidad.

Estamos en la recta final de las elecciones presidenciales. Es tiempo de que cada quien haga una reflexión íntima de lo que es bueno para el bienestar general y sopese a cada candidato, dejando de lado las pasiones insanas y haciéndole el quite a la manipulación de la información y a las noticias falsas que abundan en las redes sociales.

Yo hice mi ejercicio. Me despoje de prejuicios y concluí que Humberto De La Calle representa los ideales de un mejor país. Es una figura tranquila, responsable, cauta, reposada e inteligente para intentar recuperar a Colombia de la profunda crisis por la que atraviesa, especialmente aquella relacionada con la pérdida de los valores esenciales que contribuyen a construir una mejor sociedad: la tolerancia y el respeto.