domingo, 27 de junio de 2010

POBREZA Y DESEMPLEO EN RISARALDA

Risaralda tiene dos problemas cruciales que no se han enfrentado con responsabilidad: el desempleo y la pobreza.

Las autoridades risaraldenses, a pesar de la gravedad de los dos temas, no han sido capaces de implementar un plan de choque.

El desempleo es impresionante en todos los municipios. Sin embargo, sólo Pereira es el foco de atención de este problema. Todos los reflectores y todas las referencias miran a la ciudad capital y se olvidan del drama que también viven los habitantes de otras localidades.

Los miles de desocupados de la provincia risaraldense parecen invisibles debido a que sólo Pereira figura en las cifras oficiales del DANE, lo cual le ha favorecido al gobierno departamental para sacarle el cuerpo al problema, poder mirar para otro lado como si nada estuviera ocurriendo y no cargar con las consecuencias políticas.

Los habitantes de Quinchía o Pueblo Rico que perdieron sus trabajos y que no tienen muchas posibilidades de generar ingresos para sus familias, aspiran a que el gobierno departamental implemente proyectos que eviten el deterioro de su calidad de vida. Sin embargo, la respuesta que encuentran está dada en términos asistencialistas y no a través de políticas públicas que mejoren la economía local.

Las miles de familias que derivaban su sustento de las remesas que llegaban desde el exterior, hoy observan desconsoladas cómo sus ingresos no les alcanzan para vivir y que a pesar de tener disposición de trabajar, no hay un plan gubernamental en este sentido que salga en su auxilio.

Los comerciantes de Santa Rosa y Santuario que han debido cerrar sus negocios, tienen ante sí un panorama desolador, ya que las posibilidades de reiniciar sus actividades chocan de frente con la ausencia de alternativas, pues las Alcaldías son incapaces de promover por sí mismas estrategias para generar fuentes de ingreso y tampoco cuentan con la asistencia técnica de la Gobernación para este fin.

Se esperaría que las autoridades departamentales estuviesen pensando seriamente en un modelo de desarrollo económico local, que ofertara soluciones reales para que la gente pudiera asociarse y ejecutar proyectos productivos que garantizaran los ingresos mínimos que necesitan para poder vivir. Pero no es así.

Este creciente desempleo en Risaralda está conduciendo a un aumento increíble de la pobreza y la miseria y la respuesta que entrega la institucionalidad es la distribución de mercaditos sociales de menos de cuatro dólares cada mes.