domingo, 15 de diciembre de 2013

EL GRAN PERSEGUIDOR

Es indudable que el Procurador General tiene la facultad de destituir a alcaldes, gobernadores y congresistas. Su poder es inmenso. Sería ideal que lo utilizara para combatir con denuedo a la corrupción. Lo grave, es que en el caso de Alejandro Ordoñez se usa despiadadamente contra sus contradictores políticos, religiosos y morales.

Ordoñez no se ha pronunciado oportunamente contra gobernadores acusados de homicidio, ni contra quienes tienen relaciones estrechas con paramilitares, menos contra políticos sentenciados por beneficiarse del narcotráfico, casi nunca contra los alcaldes que han llenado sus bolsillos con dineros del erario. Lo que sí ha hecho es sancionar personas porque se han metido con él o porque han desafiado el orden establecido por muchos de sus más íntimos amigos, o simplemente porque son funcionarios sin mayor importancia pero ayudan a mejorar las estadísticas disciplinarias.

Ordoñez es implacable contra quienes defienden el aborto y las relaciones homosexuales.  Pero es bondadoso con los miembros de su partido político y con funcionarios que delinquen o han delinquido. Su casa ha sido la sede de encuentro de los peor de la clase política colombiana, algunos de los cuales habían sido condenados o tenían orden de captura por parte de los jueces.

El Procurador actual ha puesto en peligro la institucionalidad y muchas de sus decisiones, con seguridad, están mediadas por el prevaricato, pero nadie se había querido levantar en rebeldía contra su poder, hasta que sucedió la sanción contra Gustavo Petro.

Petro no ha sido un buen Alcalde. Su estilo de gobierno es desafortunado. Evidentemente ha improvisado y gran parte de su equipo de trabajo es más teórico que práctico y se encarniza en discusiones académicas mientras la ciudad se hunde.

Pero la sanción contra el alcalde Petro es desproporcionada, porque en muchas otras ciudades de Colombia el tema de las basuras es un caos y la Procuraduría nunca ha sido nada. En muchas ciudades los ciudadanos dicen en encuestas (por ejemplo en ¿Cómo Vamos?) que no tienen confianza sobre la manera como se manejan los recursos públicos y el Ministerio Público guarda silencio. En charlas informales la gente asegura que sus gobernantes se están robando la plata, pero los procuradores regionales militan en el mismo grupo político y, por lo tanto, nunca hay avances en las investigaciones de las denuncias ciudadanas.

El procurador Ordoñez tiene diferentes raseros para aplicar las sanciones disciplinarias y eso le resta objetividad y credibilidad. Además, hace que miles de personas, como las que han marchado en Bogotá en las últimas semanas, se sientan ofendidas. La opinión pública mayoritariamente está castigando al Procurador: su imagen es la peor calificada de todos los dirigentes colombianos. Representantes de organismos internacionales ven con horror las actuaciones del Procurador.

Todavía le quedan tres años a Ordoñez al frente de la Procuraduría y en este tiempo temblarán todos sus contradictores y las minorías sexuales seguirán siendo perseguidas por quien tiene la obligación constitucional de proteger el derecho de las personas sin importar sus creencias religiosas ni sus inclinaciones sexuales. Y muy seguramente, se conformará un gran grupo para defender su derecho a una segunda reelección en 2016.

viernes, 22 de noviembre de 2013

SERPA EL NÚMERO UNO


Horacio Serpa Uribe es el dirigente liberal que más aportes le ha hecho a la modernización ideológica de su Partido en los últimos treinta años y lo ha puesto a discutir sobre los temas centrales del desarrollo. Logró que el liberalismo se afiliara a la Internacional Socialista. Puso en la agenda la discusión sobre la paz como un derecho fundamental de los ciudadanos y una obligación del Estado. Encabezó las discusiones de una nueva Constitución Política, que cumple 21 años de haber sido promulgada. Ha sido un defensor a ultranza de la descentralización en el país y de la autonomía de municipios y departamentos en el manejo presupuestal. Ha encabezado múltiples misiones para construir escenarios que permitan el fin del conflicto y se allane el camino para la una paz duradera y sostenible. Ha liderado el derecho de las regiones productoras de hidrocarburos y minerales a tener regalías directas para subsanar los graves daños que les produce la explotación. Ha representado con dignidad las aspiraciones presidenciales del Partido Liberal. Ha sido el Gobernador más reconocido y premiado en Colombia y el exterior desde que esta dignidad se define por voto popular.


Serpa es el jefe natural del liberalismo por su evidente cercanía con las causas del pueblo. Los militantes del Partido lo ven como su verdadero líder. A pesar de la vigencia social y política de los expresidentes, ninguno de ellos logra hacerle sombra al liderazgo que tiene Serpa sobre las bases.

Todas estas son razones suficientes para que Serpa sea quien encabece la lista Liberal de Senado en las elecciones de marzo de 2014. Nadie tiene iguales méritos para asumir esta posición. Incluso, así lo acaban de reconocer 15 senadores liberales, quienes le pidieron al presidente del Partido, Simón Gaviria, que Serpa sea el número Uno.

Con Serpa encabezando la lista Liberal será posible aumentar la cauda electoral, mejorará el debate político y habrá quien se enfrente con argumentos y con entereza a la propuesta derechista que lidera el expresidente Uribe. 

El país no se puede dar el lujo de que Serpa no participe en el próximo proceso electoral, dado que lo que se apruebe por parte del nuevo Congreso marcará muy seguramente el futuro de la Nación: avanzar en el posconflicto y asegurar la paz. Se necesita una voz fuerte y con autoridad en el Senado para quitarle peso a los argumentos guerreristas de quienes prefieren el olor a pólvora.

viernes, 26 de abril de 2013

Presiones demográficas sobre el ambiente

Las consecuencias de que en cada década se sumen 1.000 millones de personas a la población del mundo, tienen que ver con la necesidad de proveer más agua potable, ofrecer más alimentos, ampliar la zona agrícola, quitarle espacio a los bosques, gestionar más residuos, requerir más energía y contaminar los recursos básicos.

A esto se le agrega la actitud de los habitantes frente al entorno natural que pasó del respeto a la devastación.  Las técnicas tradicionales para el laboreo de la tierra fueron sustituidas por equipos sofisticados que cambiaron los conceptos y alcances de la productividad.  El número de especies de flora y fauna se agotan a velocidades sorprendentes sin que a muchos ciudadanos les importe, dado que no tienen cercanía con el problema. Los bosques y la infinidad de ríos que cubrían largas extensiones territoriales han desaparecido y con ellos todo el inventario de biodiversidad.

En esencia, durante los últimos dos siglos se aceleraron fenómenos como la desertización, la contaminación del aire, la desaparición de los cuerpos de agua, el cambio climático y la generación de residuos sólidos no biodegradables.  La sociedad se conmociona frente a estos hechos, pero no reacciona de la manera adecuada, en tanto el activo paisajístico se sigue deteriorando. Muchos de estos impactos negativos son irreversibles y afectan la calidad de vida de la gente.

Por todos estos acontecimientos, la teoría del desarrollo sustentable está en crisis, pues cada generación lega a la siguiente mucho menos patrimonio ambiental de lo que ella recibió de la anterior. Esta apreciación está perfectamente concebida por Jacobs cuando afirmó que “la gente del futuro puede ser más rica financieramente, pero al mismo tiempo puede heredar un medio ambiente muy degradado, lo que a su vez lo forzará a vivir cambios primordiales y posiblemente desastrosos en su estilo y patrones de vida”[1].

Si no se respeta el desarrollo sostenible, que plantea límites en la manera cómo el modelo de producción del hombre debe relacionarse con la naturaleza, continuará el desastre en muchas partes del mundo, y esto no es ciencia ficción.  Por ejemplo, como consecuencia del calentamiento global, los campos argentinos soportaron las lluvias más fuertes del siglo en el último lustro; los venezolanos perdieron en tres décadas cuatro glaciares ubicados en Los Andes; en Alaska se han medido calentamientos muy superiores al promedio mundial; y en Bolivia son recurrentes las inundaciones en la mayor parte de su territorio.  Además, se prevé que 250 millones de habitantes de China sufrirán inundaciones y pérdidas de sus cosechas en las próximas décadas debido a que dos tercios de sus glaciares se están derritiendo; y que los neoyorquinos podrían sufrir oleajes de hasta nueve metros de altura como consecuencias de los huracanes.

Estos y muchos impactos negativos no se localizan en un sitio específico, sino que inciden en muchas regiones del mundo y, por lo tanto, se convierten en problemas universales que tienen que ser enfrentados con soluciones complejas o sencillas, pero de todas formas consensuadas.

Es claro entonces, que el impacto ambiental originado por el aumento tanto de la población como del consumo, le da paso a una ecuación simple: entre más personas habiten el planeta habrá más consumo y por lo tanto se presionarán más los recursos de la naturaleza y se generarán más desperdicios, lo que quiere decir más contaminación.  Y para poder impedir los impactos negativos de esta ecuación, es esencial construir un modelo sobre las relaciones entre demografía y entorno natural y entre actividades poblacionales y efectos ecológicos, especialmente en este momento en que hay consenso sobre que el hombre tiene un grado muy alto de responsabilidad en los acontecimientos dañinos del medio ambiente: “el ser humano se ha convertido en una nueva fuerza geológica”[2] que construye, destruye, cambia y transforma.

Estos impactos sociales de la devastación ambiental en el mundo promoverán una emigración transcontinental nunca antes vista, que originará grandes conflictos políticos, demográficos y económicos, tal como lo señala Samuel Huntington[3].  Este desplazamiento tendría sus orígenes en la necesidad de buscar nuevas tierras para la producción y la habitación segura.

 



[1] Economía Verde. Medio ambiente y desarrollo sostenible.  TM Editores – Ediciones Uniandes, 1995
[2] Walter Truett Anderson, To govern evolution. Citado en La Tierra Explota, pág. 193
[3] Autor del libro «El choque de las civilizaciones».

jueves, 18 de abril de 2013

Pereira se desploma en los indicadores sociales

La pobreza de Pereira durante 2012 creció 1,39% con respecto a 2011 y fue la única ciudad capital metropolitana, medida por el DANE, que tuvo este comportamiento, lo cual evidencia una profunda crisis social y económica en la capital risaraldense.
Ser la única ciudad metropolitana que aumentó su pobreza en Colombia en el último año, significó que Pereira pasó de ocupar el cuarto puesto en mejores índices en 2011 a ser la séptima en 2012.
Una mirada regional, muestra que Manizales redujo su nivel de pobreza interanual en 8,3% y ahora tiene el tercer mejor indicador del país con 17,6%.
Pero si el dato de pobreza es preocupante, porque demuestra un rezago importante de Pereira frente a las otras ciudades del país, lo ocurrido con la pobreza extrema es desolador. La capital de Risaralda vio incrementada la pobreza extrema en 36% entre 2011 y 2012.
Estas cifras tan perturbadoras, que se suman al índice de desempleo de Pereira, que es de 16,7%, ubicado entre los cinco más altos del país, necesariamente debe llamar a la reflexión sobre qué está ocurriéndole a esta capital, considerada una de las más importantes, pero que en los últimos años se ha desplomado en casi todos los indicadores.