miércoles, 16 de abril de 2008

Los biocombustibles, una infamia contra la humanidad


¿Será posible que la humanidad cometa la estupidez de producir alimentos para tanquear los carros? Sí es posible. Los líderes del mundo iniciaron una de las campañas más infames, pero más eficientes, de que se tenga noticia en la modernidad: incentivar a la sociedad a darles un voto de confianza para impulsar una política en favor de los biocombustibles. Los argumentos esgrimidos por los voceros de las grandes potencias fueron bastante efectistas, dado que aseguraban que con los combustibles naturales se combatiría la contaminación, se disminuiría el calentamiento global y las economías agrarias saldrían muy favorecidas.


Sin embargo, los líderes mundiales guardan un silencio absoluto sobre los resultados de investigaciones científicas que demuestran que en los procesos de producción, recolección y transformación de la biomasa para la producción de etanol y diesel se genera una contaminación excepcional, pues para mover la maquinaria y aplicar los fungicidas y los fertilizantes es necesario apelar a los combustibles fósiles, con daños irremediables para el suelo, el aire y las fuentes de agua. A esto se agrega que la eficiencia energética que se alcanza con los biocombustibles es muy baja comparada con el petróleo y el carbón.


Tampoco les han contado a los ciudadanos que existe una alianza nefasta entre las industrias automotriz, petroquímica y alimenticia, con el fin de acelerar las investigaciones que proporcionen mayor eficiencia productiva para aquellos alimentos que se transforman en combustibles. Estos acuerdos también tienen que ver con el refinamiento de la lignina y la celulosa, lo cual pondrá en la línea de destrucción millones de hectáreas de bosques.
Y mientras tanto, los precios de alimentos básicos van en alza, lo que ha originado protestas airadas alrededor del mundo. Dichas alzas se explican porque ha disminuido la producción de alimentos esenciales como granos y cereales, debido a que muchas tierras se destinaron a la producción de materia prima para los combustibles; o porque alimentos para la dieta nutricional de la mayoría de países, tales como maíz, trigo y soya, son apetecidos como biomasa para la producción de etanol; o por variaciones sustanciales en el clima que han afectado las cosechas en gran parte del mundo; o por los terribles daños que la erosión y la mecanización le están ocasionando al suelo.


La situación ha llegado a un punto tan crítico, que el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas anunció recortes en la ayuda alimentaria a los más pobres, porque el monto de las donaciones que entregan los países no alcanza para mantener el cubrimiento que se venía ofreciendo.


Los rostros hambrientos de millones de personas no sensibilizan a los negociantes de los combustibles vegetales, quienes sólo entienden que hay una dinámica económica que muestra un barril de petróleo con cotizaciones superiores a los 100 dólares y un mercado ávido de tener combustibles presuntamente limpios para asegurar la movilización de la industria, especialmente automotriz, a los cuales los gobiernos les brindan multimillonarios incentivos vía impuestos, créditos baratos y precios sustentables y subsidiados.