domingo, 16 de diciembre de 2007

EL ABUSO EN EL USO DE LOS CARROS SERÁ APOCALIPTICO PARA LA HUMANIDAD

El número de vehículos que ruedan diariamente en el mundo alcanza 945 millones de unidades. El 90% de estos automotores utilizan combustibles fósiles y sólo un 10% se aprovisionan de etanol u otra fuente de energía.

En lo corrido del tercer milenio han ingresado al mercado mundial 110 millones de vehículos que se mueven esencialmente con gasolina, lo que indica que los esfuerzos realizados globalmente para combatir el origen de la contaminación atmosférica han fracasado. Ha podido más el gran poder de las industrias automotriz y petrolera, que los intereses de la humanidad por reducir el número de partículas de dióxido de carbono[2], cuyo impacto sobre el medio ambiente es altamente destructor, dado que es el gas de efecto invernadero con más rápido crecimiento en los últimos tres lustros[3].

Esta cruda realidad llevó al Panel Intergubernamental del Cambio Climático reunido recientemente en Bangkok (Tailandia) a proponerle a los gobiernos que tomen medidas para disminuir drásticamente el número de automotores movidos con combustibles fósiles, como una fórmula inicial de choque para contrarrestar el incremento del calentamiento global, cuyos impactos sobre la vida de las personas, las relaciones sociales y la economía mundial son devastadores.

Esta recomendación del PICC tendrá que superar distintos escenarios para poder ejecutarse. El primero, es librar un fuerte pulso con la poderosísima industria automotriz, con el fin de que ella produzca vehículos más económicos, livianos y pequeños, que sean híbridos que permitan el uso alternativo de energías limpias y que sus motores puedan ser movidos por gas, electricidad, hidrogeno, átomos o iones y no necesariamente seguir insistiendo en los agrocombustibles (sobre lo cual nos ocuparemos en otro artículo). El segundo, será enfrentar al Club del Petróleo, que durante años ha impedido la comercialización de nuevas energías, para poder mantener su prevalencia en un mercado cada vez más creciente. El tercero tendrá relación con medidas restrictivas muy drásticas frente a la circulación de vehículos con motor a gasolina. El cuarto, será el incentivo al transporte público masivo para garantizar el desplazamiento de millones de personas que hoy hacen uso de sus automotores particulares. El quinto, se referirá a la imposición de mayores gravámenes a los carros y motocicletas de uso particular, así como a la gasolina y los aceites fósiles. El sexto, estará dirigido a la construcción de ciclovias para incentivar el uso de medios de transporte no contaminantes como patines y bicicletas. El séptimo, buscará permitir carriles, calzadas o carreteras exclusivas para quienes tienen vehículos movidos por energías no contaminantes.

Las decisiones relacionadas con las restricciones al uso de los automotores con serán fáciles, debido a las inmensas presiones políticas que tendrán que soportar los gobiernos. Dicho de manera más gráfica: es más fácil dictar una ley que controle el uso del rifle en Estados Unidos que obligar al uso moderado de los vehículos movidos por gasolina. Y esto tiene una explicación obvia: en USA hay 789 vehículos por para 1.000 personas. En Italia son 669, en Australia 643, en Francia 596, en Alemania 589, en Canadá 585, en Japón 582 y en el Reino Unido 564.
Pero llegará el momento en que las restricciones ocurrirán, porque las penurias por las que pasará la humanidad por efectos del calentamiento del planeta serán de tal crueldad que los dueños de los vehículos tendrán que aceptar cualquier medida que se tome en contra de su “comodidad”.

Muy pocos se atreverían a contrariar una medida de No al Uso del Carro, después de que intensas olas de calor en el centro de Europa le cuesten la vida a miles de personas. O que en las provincias de la India, otros miles mueran ahogados por el desbordamiento de los ríos. O que centenares fallezcan de hambre en China por la destrucción de los cultivos ante la falta de agua para irrigar. O que la biodiversidad esté a punto de extinguirse en las selvas amazónicas por causa de los incendios. O que varios millones de seres humanos queden sin acceso al agua por la desaparición de las cuencas principales. O que varias ciudades se destruyan ante el paso implacable de los huracanes. Todos estos desastres ya han ocurrido, pero todavía no han sido tan devastadores. El futuro se muestra apocalíptico.

Aquí la disyuntiva es: apegarse a una cabrilla y morir por exceso de calor o frio. O usar el transporte público y darle una nueva oportunidad de vida al planeta.
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PD. ¿Qué actitud va a tomar el nuevo Alcalde de Bogotá en torno al uso de los vehículos particulares, una vez estén ejerciendo el poder?



[2] La concentración promedio actual en la atmósfera es de 365 partes por millón. Hace un siglo era de 88 partes por millón.
[3] Estudio publicado en internet por "Proceedings of the National Academy of Sciences".

viernes, 7 de diciembre de 2007

CUÁNTAS ENSEÑANZAS DE DIGNIDAD NOS DA INGRID

El horror del secuestro está pintado en el rostro de Ingrid Betancur. De ella se dijo durante años por parte de las señoras de la sociedad que estaba viviendo feliz en la selva. Muchos señores de rancio abolengo afirmaron que a ella la había atacado el “síndrome de Estocolmo”. Unos más perversos se atrevieron a decir que ella convivía con uno de los comandantes de las FARC. Mientras el morbo colombiano merodeaba alrededor de esta triste experiencia de Ingrid, los franceses se movilizaban por las calles, protestaban contra el secuestro, pedían acuerdo humanitario y exigían respuestas del gobierno colombiano. Los franceses nunca callaron y siempre reclamaron.

Leyendo la desgarradora carta de Ingrid a su madre, suscita una profunda reflexión el comportamiento del pueblo colombiano frente a la desgracia de sus compatriotas secuestrados. Contrasta la lucidez conceptual y el espíritu reflexivo de Ingrid, con la actitud pusilánime de la mayoría de los colombianos, que toman con resignación, e incluso aceptación, que un reducido grupo de maleantes acorrale al país y siembre el terror. Son contadas las ocasiones en que algunas personas se han lanzado a las calles a protestar contra el secuestro. Sin embargo, son más las horas que la gente dedicó a criticar la marcha del profesor Moncayo y su hija para buscar un acuerdo humanitario y fueron mayoritarias las voces que alentaron al presidente Uribe cuando destrozó en la Plaza de Bolívar a un sufrido padre que buscaba la liberación de su hijo.

Los colombianos se sorprenden al ver cómo millones de españoles salen a la calle a condenar las acciones terroristas de ETA y se admiran de observar en una misma marcha a los del PSOE y el PP. Pero esa sorpresa y esa admiración no alcanzan a incentivar su espíritu de solidaridad. La gente sigue pensando que el problema del secuestro atañe únicamente a los familiares y por eso no sale de manera permanente a exigirle a las FARC su liberación, como tampoco se atreven a exigirle al gobierno actuaciones sinceras para lograr un acuerdo humanitario.

Cuánto nos falta a los colombianos para ser una sociedad realmente libre, compasiva, solidaridad y comprometida. Cuán lejos estamos de las verdaderas democracias, donde la razón de ser es la libertad y no los mezquinos intereses políticos de los líderes.

Ingrid nos da enseñanzas de valor y de libertad a pesar de estar pudriéndose en la selva. Varios de los secuestrados asumen una posición altiva con su silencio y retan con su actitud a sus captores. Mientras tanto, aquí en libertad, los colombianos nos aculillamos ante un puñado de delincuentes y ante la fiebre guerrerista de una derecha rabiosa e insensata.