lunes, 23 de febrero de 2009

EFECTOS DE LA DEFORESTACION EN EL CUMPLIMIENTO DE LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO[1]

La tierra tiene cubierto el 30% de su extensión con bosques, lo que suma 4.000 millones de hectáreas. Sin embargo, esta cifra sufre paulatinamente una disminución del 0,2% anual, dado que la relación neta de forestación es negativa en 8 millones de hectáreas cada año.
Los estudios relacionados con el sector forestal[3] indican que en los últimos tres lustros se perdieron 120 millones de hectáreas de bosques y que la situación más complicada se presenta en África y América Latina y del Caribe. En el continente negro, el daño anual es de 0,6% de la superficie forestal, en tanto en Latinoamérica asciende a 0,51% y con tendencia al alza.
En el caso particular de Colombia, el nivel de deforestación oscila entre el 0,18% (Ideam) y el 0,24% (Centros de investigación privados). La meta trazada por Colombia en el ODM7, relacionado con Sostenibilidad Ambiental, es de reforestar anualmente 30.000 hectáreas. Y en efecto, este propósito se está superando. El país está reforestando alrededor de 32.000 hectáreas, de acuerdo con los datos del Ministerio del Ambiente y la Vivienda. Sin embargo, el resultado neto es negativo, dado que se están deforestando entre 90.000 y 120.000 hectáreas, dependiendo de la fuente que se tome como referencia.

Este panorama tan poco halagüeño originado en una actividad forestal desproporcionada, a veces ilegal, y en ocasión producto del conflicto, tiene efectos en la calidad de vida de las personas, en la disminución de la biodiversidad, en la oferta hídrica y en los daños del suelo.
Dicho de una manera más categórica, una gestión inadecuada del bosque afecta no sólo variables ambientales, sino también indicadores relacionados con la salud, la vivienda, la educación y la nutrición, que son elementos sustanciales de los Objetivos del Milenio y, por lo tanto, pone en serio riesgo el cumplimiento de las metas.

¿POR QUÉ SE TALA?

Una parte muy importante de la madera que se tala tiene como destino los procesos industriales. Esencialmente las presiones de la demanda se relacionan con la construcción de muelles, puentes y barcos, así como la decoración de casas, terminados de edificios y elaboración de muebles. Los negocios anuales de madera en rollo superan los 400.000 millones de dólares.

Las tendencias de la moda a favor de la madera en Europa, la naciente demanda de los países asiáticos y el volumen tan alto de negocios, son incentivos para la explotación irracional de los bosques naturales, que en muchas ocasiones se hace de manera ilegal e inadecuada, lo que obliga a que los países importadores extremen las medidas para evitar este tipo de comercio sin el lleno de todos los requisitos, y para que las autoridades locales hagan cumplir las normas para que los bosques no sigan siendo saqueados.

Otro factor que acelera la tala de los bosques, es el crecimiento de las áreas sembradas en coca y amapola, especialmente en Colombia. De acuerdo con los mapas satelitales publicados, es evidente que en medio de las áreas boscosas se están desarrollando cultivos ilegales que van en progreso, a pesar de los esfuerzos del gobierno por erradicarlos.

Con el auge de los agrocombustibles, ya no basta utilizar biomasas como maíz, palma aceitera, caña de azúcar, soya y cebada, sino que los ojos se han puesto en la lignina, para convertirla en precursora química para la obtención de etanol. Esta biomasa lignocelulósica es un componente esencial de la madera cuya experimentación para obtener precursores químicos va muy adelantada, y aunque las investigaciones se han concentrado en residuos forestales y agroindustriales, una vez se logre hacer eficiente industrialmente la ruptura de la molécula polimérica, la ambición humana por obtener la mayor rentabilidad posible, no dejará árbol pie. Y aquí se concentra uno de los grandes peligros que enfrentan los bosques del mundo.

La pobreza extrema es un enemigo natural de los bosques. La mayoría de los pobres del áfrica subsahariana, de la India y de Centro y Suramérica no tienen acceso a la electricidad ni al gas, y lo único que tienen a mano para la cocción de sus alimentos y para asegurarse calor en las temporadas de frio e invierno, son los árboles que están a su alrededor. Es una deforestación para la sobrevivencia, y ella no cederá hasta tanto el mundo desarrollado y rico acelere la decisión de ayudar a sacar de la miseria a cerca de mil millones de personas.

Otra de las causas para que la tala de bosques mantenga niveles tan altos, son las malas prácticas agronómicas. Los campesinos han agotado la tierra agrícola debido a la ineficiencia con que producen. La falta de asistencia técnica y la prevalencia de prácticas que dañan los suelos, obliga a los habitantes del campo a quitarle paulatinamente espacio a los bosques naturales en busca de nuevos terrenos para producir alimento. Sin embargo, lo que queda es la prevalencia de un círculo vicioso de improductividad y de daños ambientales, ya que la tierra de los bosques no necesariamente es apta para la producción agrícola y pecuaria, y esto explica en parte que la tasa anual de productividad en el campo disminuya un 1%.

Debido a una urbanización cada vez más rápida las zonas boscosas que circundan los asentamientos son arrasadas sin contemplación alguna. El caso de América Latina es paradigmático, pues mientras en el mundo, de acuerdo con las estadísticas del Fondo de Población de Naciones Unidas, el 50% de las personas viven en las áreas urbanas, en esta parte del continente la urbanización representa el 72%, en tanto en Colombia es del 74.3%, de acuerdo con las cifras del Censo poblacional de 2005. El primer gran efecto de este fenómeno, es que la gente busca espacios para vivir y los encuentran en los cerros y montañas de las ciudades, los que van conquistando hacha y machete en mano. Codito en Bogotá, Ciudadela Sucre en Soacha o Villa Santana en Pereira, son ejemplos que corroboran esta afirmación.

Las consecuencias de la deforestación para darle cabida a la ola de urbanización, se refieren a procesos erosivos del suelo, aumento de las amenazas naturales por deslizamientos de tierra, crecimiento de la marginalidad social ante la imposibilidad de llevar a estos lugares los servicios públicos y sociales y afectación sustancial de los mínimos básicos de habitabilidad. El resultado es la descomposición del tejido social y la perpetuación de la pobreza.

A todo esto se suma la inversión pública y privada que se hace en carreteras, puertos y servicios turísticos y que en muchas oportunidades acuden a la deforestación para poder ejecutar las obras.

Y, finalmente, aparecen los incendios forestales como una de las razones más importantes de los daños a los bosques. Cada año se pierden aproximadamente 40 millones de hectáreas por este fenómeno que es inducido por el hombre en por lo menos el 90% de los casos, debido a quemas incontroladas y actos vandálicos. La mitad de estos incendios se concentran en África. Los efectos ambientales son dramáticos, porque tiene impactos directos sobre el calentamiento global, las fuentes de agua y la fauna y la flora. Los daños en la economía se evidencian en la pérdida de cultivos y ganado, daño de los suelos y afectación de la propiedad privada. Además, normalmente hay muertos en estos acontecimientos.

A pesar de todos estos datos tan dramáticos, se debe reconocer el avance logrado en la consolidación de bosques plantados con fines industriales, que contribuyen a capturar dióxido de carbono, a recuperar algunos suelos y a evitar una marcha más acelerada de deforestación de los bosques naturales. Así mismo, se notan esfuerzos en varias regiones del mundo por consolidar un modelo de bosques forestales urbanos, con lo cual se intenta aminorar los impactos de la deforestación en el campo.

IMPACTOS AMBIENTALES

Cada que se intervienen de manera irresponsable o ilegal los bosques, se producen impactos ambientales críticos que tienen que ver con la oferta de agua, la regulación de las escorrentías, el cambio climático, la disminución de la captura de CO2, la pérdida de biodiversidad, el daño en los suelos y la afectación de los elementos constitutivos de la biodiversidad.

Daños en el suelo. Cerca de 2.000 millones de hectáreas en el mundo tienen problemas de degradación de los suelos, bien por deforestación, salinización o erosión. Esta situación afecta a una sexta parte de la población mundial y los costos directos por sus efectos ascienden anualmente a 40.000 millones de dólares. Una de las implicaciones más críticas se observa en la disminución de la productividad de la tierra, a lo que se suma que 20 millones de hectáreas de tierra labrantía se degradan anualmente.

Aumento de los riesgos. El manejo inadecuado de los suelos, generados fundamentalmente por la deforestación, tienden a causar grandes avenidas, que erosionan la tierra, provocan deslizamientos y aceleran las inundaciones en las zonas bajas. El impacto de una gestión ineficiente del riesgo por causas antrópicas, ha afectado en la última década a cerca de dos millones de colombianos y ha ocasionado pérdidas que representan el 0,7% del PIB anual.
Por efectos del invierno, en el mundo se habla de miles de muertos. Los hay en Tabasco México; en La Mojana, Montes de María, Barranquilla y Medellín en Colombia; en Nuevo México y Texas en Estados Unidos, en fin, las lluvias han golpeado a las naciones desarrolladas y a los países más pobres. En su andanada, ha acabado con infraestructuras físicas y con miles de hectáreas sembradas con sorgo, maíz, arroz, cebada y soya, lo cual ha contribuido a que los precios de los alimentos aumenten sustancialmente. Es con las inundaciones y con los crudos inviernos, donde se nota el dañino efecto de una relación asimétrica entre bosques y lluvias.

Disminución de la oferta hídrica. Cuando los bosques naturales son afectados por el modelo de desarrollo y de producción imperante, uno de los recursos que más sufre es el agua. En efecto, una vez las áreas amortiguadoras de las cuencas hidrográficas son deforestadas, la oferta hídrica baja, y ello tiene repercusiones en la producción agrícola, la actividad industrial, la generación eléctrica y la provisión de los acueductos. Se debe recordar que cerca de una sexta parte de la población mundial tiene problemas de fácil acceso al líquido, y que por lo menos 850 millones de personas carecen por completo de él. El caso de Colombia también es crítico. Alrededor de 10 millones de personas, en las zonas urbanas y rurales carecen del servicio de acueducto y cerca de 20.000 niños mueren anualmente por consumir agua no tratada, de acuerdo con denuncias hechas por la Procuraduría General de la Nación.

Cambio climático. Es la primera vez en la historia del planeta que el cambio climático se produce por efectos distintos a los ciclos naturales. El hombre y su actividad productiva están jugando como actores de primera línea en la modificación del clima de la tierra. La sociedad humana está depositando anualmente en la atmosfera alrededor de 6.000 millones de toneladas de carbono, originado en el consumo, principalmente, de 2.940 millones de toneladas de petróleo y 2.122 millones de toneladas de carbono. Frente a este consumo tan exageradamente alto de combustibles fósiles y frente a la disminución paulatina de las áreas boscosas, el planeta se está quedando sin uno de los elementos capaces de absorber el dióxido de carbono, lo que está originando un fenómeno de efecto invernadero que está amenazando seriamente la seguridad de la especie humana. Colombia aporta el 0,28% del total de los gases de efecto invernadero que hay en el mundo y su participación en la deforestación es de 0,01%.

RELACION BOSQUES Y POBREZA

Si todos estos problemas que mantienen una relación intrincada con la gestión que se realice de los bosques, no se controlan adecuadamente, es evidente que se producirá un freno a la disminución de la pobreza, por lo que los esfuerzos hechos hasta el momento para cumplir con el indicador transversal de los Objetivos de Desarrollo del Milenio se perderán.

El acrecentamiento de actuaciones ilegales y una explotación irracional de los bosques conducirá a que se afecte el clima, se disminuya el control de las escorrentías, se desproteja el suelo, se presenten más desastres naturales, aumente en espiral la improductividad de la tierra, escaseen los alimentos, se eleve la desnutrición, haya menos agua disponible, se acelere la aparición de enfermedades y, en esencia, la mitad del mundo siga atrapada en la pobreza y por lo menos 930 millones de seres humanos no puedan salir de la miseria.

EXISTEN ACCIONES QUE SE PUEDEN EMPRENDER

El mundo es consciente de lo que está ocurriendo con sus bosques y por eso está actuando de manera concertada. Las autoridades públicas, los organismos de control ambiental, los industriales, los propietarios y trabajadores de la tierra y las organizaciones sociales, están avanzando en un diálogo abierto y franco para procurar que exista una ordenación forestal eficiente. Que se puedan introducir instrumentos económicos relacionados con los pagos por servicios forestales y ambientales. Que las áreas protegidas sean sostenibles. Que se revisen objetivamente las políticas forestales dictadas por los gobiernos. Que se combata la ilegalidad en la explotación de los activos del bosque, no sólo a través de legislaciones modernas y acciones policivas, sino también apelando a la sensibilización social, la educación y la comunicación. Que se plantee un modelo exitoso de lucha contra los incendios forestales. Que se fortalezcan las instituciones relacionadas con este tema, y se incentive la participación de las organizaciones de la comunidad.

[1] Se puede obtener mejor información sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio en http://odm.pnud.org.co
[2] Comunicador Social y Economista. Con estudios de especialización en economía ambiental, ciencias políticas y finanzas. Viste el blog www.humbertotobon.blogspot.com
[3] Situación de los bosques del mundo, 2007. FAO