domingo, 10 de enero de 2010

LA TEMPERATURA ESTÁ LOCA

Esta semana los grandes supermercados, las tiendas especializadas en alimentos y los centros de acopio no ofrecían la gama completa de frutas, verduras y legumbres que tradicionalmente exhibían al comienzo de cada año. La explicación que me dio unos de los vendedores es que “el clima está como loco y nos tiene muy perjudicados, porque no hay agua suficiente para el riego, la temperatura en el día en la Sabana de Cundinamarca y Boyacá es casi igual a la de la Costa Atlántica y los fríos en el amanecer se pueden comparar con los que ocurren cerca de los páramos”

Esta es una explicación muy simple de una realidad muy crítica y compleja que está afectando inicialmente a los campesinos, muchos de los cuales han perdido sus cosechas, pero que terminará golpeando muy fuerte la economía del resto de las familias colombianas, una vez los precios de la comida aumenten significativamente debido a la escasez, lo que disparará la inflación muy por encima de los cálculos y predicciones del Banco de la República y del gobierno nacional, y se traducirá en mayor pobreza y más desempleo.

El actual fenómeno del Niño, que se extenderá hasta el mes de abril, hará disminuir la oferta hídrica en la mayor parte del territorio nacional, exacerbará los incendios forestales, generará racionamientos hidroeléctricos y dañará terrenos cultivables. Un panorama nada halagüeño.

Sin embargo, los anuncios del gobierno nacional en el sentido de que nada malo ocurrirá, que el país está preparado para esta ola de verano y que se garantiza la oferta de comida y energía, hacen parte de un libreto que busca impedir el pánico, la especulación con los precios y el acaparamiento de alimentos. Pero está demostrado que las autoridades colombianas se creen sus propias disculpas y se relajan frente a la necesidad de tomar decisiones drásticas y oportunas. Ya veremos antes de finalizar el mes de enero un oscuro balance sobre las inclemencias del clima y la aplicación improvisada de medidas para apaciguar las protestas sociales y empresariales frente a los efectos de la sequía.

Pero mientras en Colombia el calor es insoportable, en otras regiones del mundo el frio extremo ha provocado unas nevadas históricas, que han paralizado todo tipo de actividades, especialmente las productivas. Las comunidades de Estados Unidos, México, Europa Central y China, por ejemplo, soportan por estos días temperaturas muy inferiores a cero.

El cambio climático nos está mostrando una parte de lo que podrían llegar a ser sus peores consecuencias. A pesar de esto, las negociaciones para consolidar un acuerdo mundial sobre emisiones de efecto invernadero siguen en pañales ante el fracaso ocurrido en la cumbre de Copenhague, donde una lánguida declaración final no consiguió definir metas de obligatorio cumplimiento y se obviaron las necesarias verificaciones sobre los compromisos voluntarios anunciados por los gobiernos.

El cambio climático no es un juego. Será cada vez más crítico y afectará inicialmente a las familias más pobres, aquellas que viven en las zonas rurales y que dependen de la producción agropecuaria para su sostenimiento económico y el logro de su mínimo vital. Y si no se actúa de manera inmediata con proyectos de mitigación y adaptación, ya no serán sólo los más pobres quienes sufran las consecuencias de las sequias, las inundaciones, las enfermedades, las tormentas, los incendios y las nevadas. Todos estaremos cobijados por los mismos sentimientos de miedo, angustia, frustración y necesidad.