jueves, 3 de mayo de 2012

Recordando a Ricardo Eastman

Por Humberto Tobón

He lamentado mucho la muerte de Ricardo Eastman. Mantuve con él una estrecha amistad, que me permitió ir descubriendo su solidez moral, su aguda inteligencia, su capacidad de análisis y un humor picante, que lo convertía en un conversador agradabilísimo.

Eastman De La Cuesta le prestó servicios al país como embajador durante largos años en la Unión Soviética; dirigió la Corporación Financiera de Occidente; participó en varias juntas directivas de empresas privadas y públicas de gran importancia nacional, en algunas de ellas representando al Presidente de la República; fue promotor empresarial y lideró un exitoso modelo educativo que se consolidó en Pereira a través del Liceo Pino Verde; fue Representante a la Cámara por Risaralda y siempre estuvo muy cerca del desarrollo de este departamento, buscando que su clase dirigente estuviera más comprometida con el progreso de la región.

Además, dejó conocer su opinión sobre distintos temas a través de sus columnas periodísticas que se divulgaban en varios periódicos nacionales. Mantuvo un apasionado compromiso con la cátedra universitaria. Y como escritor, lego dos libros de gran importancia, uno que ha sido esencial para entender lo que fue la sociedad soviética y otro que tituló “Interculturalidad y Negociación”, en el que de manera detallada mostró las características que se deben tener en cuenta para avanzar en negociaciones en medio de la diversidad cultural global, y que se consolidó como un texto obligado en las cátedras de comercio y relaciones internacionales.

Supe de su enfermedad desde el comienzo. Él nunca la ocultó. Compartí varios de sus momentos de tristeza y de depresión. Pero siempre mantuvo enhiesta una lucha estoica tratando de aferrarse a la vida, en la que estuvo acompañado de su esposa Carmen Alicia y de sus dos hijas Valeria y María Camila, quienes fueron totalmente solidarias con él.

En la última década no pasó una semana en la que no habláramos largamente sobre distintos temas. Comentábamos los acontecimientos del país y la región, pero también hubo tiempo para la charla liviana. Cuando su voz se fue deteriorando, acudimos al chat, donde el diálogo no perdió intensidad y fue ganando en innovaciones idiomáticas y en recursos para hacer denotar alegrías, decepciones, tristezas y aspiraciones.

Se fue un buen amigo, pero quedan sus recuerdos y sus enseñanzas.