Pereira requiere tener un Alcalde que sea capaz de reorientar
su desarrollo social, económico y físico. Y lo requiere, porque la ciudad
extravió su camino en medio de un manejo oscuro de los asuntos públicos, de la
rebatiña política, del descreimiento social y de la ingobernabilidad.
La capital risaraldense ha asistido a una década perdida en
la gestión pública, donde por fortuna la gestión empresarial privada suplió la
incapacidad de los gobiernos para jalonar crecimiento, el cual, sin embargo, no
ha sido equitativo, porque ha generado profundas brechas sociales que se
traducen en más pobres, más desempleados, más marginados y más vulnerables.
Pereira, sin duda, no merece la suerte que la tiene hoy.
Pero como la suerte la construyen los ciudadanos con sus decisiones políticas,
existe en pocos meses la posibilidad de cambiarla, eligiendo una persona que
sinceramente pretenda el bienestar social y no únicamente su provecho personal
y el de su facción.
Muchos pereiranos, así me lo han manifestado, sienten
envidia de Barranquilla, Montería, Medellín y Tunja, que han logrado construir,
bajo el liderazgo de sus alcaldes, modelos de ciudad que han encontrado el camino
de la sustentabilidad, la gobernabilidad y la eficiencia. Así lo reconocen tanto
los estudios técnicos que evalúan los principales indicadores de desarrollo,
como la opinión de los ciudadanos y sus líderes.
Sí es posible construir una ciudad que gire en torno a tres grandes
ejes: la equidad y la inclusión social; la sustentabilidad; y el crecimiento económico
y físico. Sobre esa triada es que las ciudades más exitosas del mundo han
montado todo su andamiaje y ese ejemplo lo han seguido unas pocas urbes
colombianas.
Derrotar la pobreza, generar empleo dignos, reducir los
asentamientos críticos, privilegiar la educación de calidad, brindar salud oportuna,
promover la seguridad alimentaria, crear planes de asistencia técnica y económica
a los campesinos, crear canales de distribución eficientes, ejecutar políticas
de hábitat, incluir a todos los grupos poblacionales, fortalecer la democracia
participativa, incentivar la inversión privada, recuperar el espacio público y
liderar proyectos ambientalmente sostenibles a nivel urbano y rural, depende
más de la voluntad política, la capacidad de gestión y la integridad ética y
profesional de los funcionarios, que de los recursos económicos, que siempre
serán escasos.
Pereira puede tener un Alcalde del cual sus ciudadanos se
sientan orgullosos, como en el pasado ocurrió con José Domingo Escobar que fue alcalde 4 años, Emilio Vallejo (2 años),
Mario Jiménez Correa (2 años), Mario Delgado Echeverry (3 años), Enrique Millán
(2 años), Juvenal Mejía (2 años), Fabio Alfonso López Salazar (7 años), Juan Guillermo Ángel (2 años), Gustavo
Orozco Restrepo (4 años) y Octavio Mejía Marulanda (4 años). La gente sintió
que estos, muy seguramente faltan otros nombres, fueron los grandes propulsores
del desarrollo de Pereira. ¿Cuándo tendremos uno que se les parezca en sus
ejecutorias, en su preparación y en su amor por la ciudad?
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