domingo, 5 de marzo de 2023

BUKELE, UN ROCKSTAR VIOLADOR DE DERECHOS HUMANOS

Los países democráticos del mundo están aterrados de observar en vivo y en directo, a través de las redes sociales, las violaciones de los derechos humanos que está cometiendo el gobierno de El Salvador, en contra de millares de personas acusadas de ser miembros de organizaciones criminales. El líder de esta operación es el presidente de esa pequeña república centroamericana, Nayib Bukele.

Bukele lanzó un ataque feroz contra las bandas criminales conocidas como las Maras, señaladas de asesinar indiscriminadamente a centenares de personas. Las operaciones han sido un éxito, porque se han capturado varios miles de delincuentes y desbaratado las estructuras delictivas, dándole un respiro a la población, que estaba prácticamente secuestrada por Mara Salvatrucha 13 y Barrio 18.

Sin embargo, lo que sigue después de las capturas, es aterrador, porque viola todos los principios básicos de humanidad y convierte las prisiones en campos de concentración, en una clara actitud de retaliación estatal contra acusados de crímenes, que, sin embargo, no tienen la posibilidad de defenderse, como lo exigen las normas internacionales.

Así sean los peores delincuentes o los asesinos más despiadados, tienen derecho a un juicio transparente, justo y con garantías procesales (ver caso Núremberg). Lo contrario, como sucede en El Salvador, es convertir el Estado en un violador igual o peor de los derechos de las personas privadas de la libertad.

Por orden de Bukele, que mantiene al país en estado de emergencia, los presos no tienen derecho a la defensa judicial, ni a conocer de qué se les acusa, ni a ir a juicio, ni tener privacidad, ni tomar los alimentos básicos, ni ver a sus familiares, ni un espacio digno para dormir. Lo que se vive en las prisiones salvadoreñas, contra los presuntos delincuentes de las Maras, es una venganza institucional, con claros efectos políticos y publicitarios.

El Salvador, que tuvo un proceso de paz entre el gobierno y la guerrilla hace tres décadas, no fue capaz de implementar los acuerdos alcanzados, en tanto procesos de emigración forzados desde los Estados Unidos, que expulsó a miles de salvadoreños, impulsaron la creación de grupos delincuenciales, que formaron un paraestado, ante la incapacidad de los partidos FMLN y Arena de brindar seguridad y condiciones dignas a sus habitantes, cuando ejercieron el poder.

Bukele, que llegó a la presidencia, derrotando el bipartidismo, se ha ido transformado en una especie de autócrata, que cambió la composición de las cortes de justicia, poniendo allí a sus seguidores, que le facilitaron, por ejemplo, la autorización para que se pudiera presentar a la reelección, violando las normas constitucionales vigentes. También se apoderó de las mayorías absolutas del Congreso.

Con semejante poder, hizo aprobar normas que le dan poderes supremos, al punto de restringir las libertades y los derechos de todas las personas, e investir con autoridad a la policía y el ejército, para que combatan la delincuencia, sin que tengan que rendir cuentas de sus acciones, denunciadas como violatorias de los derechos humanos.

Como las comunidades estaban confinadas en sus territorios por las Maras, sienten que las decisiones de Bukele son justas y adecuadas, por lo cual lo cubren hoy con una aceptación por encima del 80%, que lo convierte en virtual presidente reelecto.

Mientras Bukele se presenta ante sus ciudadanos como un salvador de su situación, las autoridades de Estados Unidos revelan cómo su gobierno negoció hace pocos meses con los líderes presos de los Maras, para que bajaran el número de asesinatos, y permitir que la institucionalidad presentara buenas cifras de seguridad, que en efecto se presentaron.

Los líderes de las Maras empezaron a tener mejores condiciones en prisión, no serían extraditados a Estados Unidos, se les facilitó a varios salir de las cárceles y suspenderles las penas, tenían vía libre para traficar con drogas ilícitas y las autoridades no se meterían en sus territorios para seguir apresándolos.

Sin embargo, algunos líderes de las Maras quisieron presionar más dádivas del gobierno y lo desafiaron matando decenas de personas durante un fin de semana, lo cual le dio a Bukele la oportunidad de poner en marcha un plan agresivo: cerrar las ciudades, registrar casa por casa y apresar a todo quien fuera sospechoso, sin dar ningún tipo de explicación, gracias a leyes excepcionales de estado de sitio.

Hoy existe un régimen de terror en El Salvador, ya no generado por las poderosas organizaciones delincuenciales, sino por el propio Estado, lo que está siendo claramente condenado por los gobiernos democráticos, que denuncian las prácticas de tortura aplicadas a los presos.

Además, en medio de todo este espectáculo cinematográfico montado por Bukele, se conocen también episodios de corrupción de los más cercanos colaboradores del Presidente, incluyendo generales, que no sólo se están apropiando de los recursos públicos, sino que también, y al mejor estilo de lo que pasa en Venezuela y Nicaragua, están mejorando sus finanzas personales con el tráfico de drogas.

Bukele cada vez más parecido a Maduro, Ortega, Bolsonaro, Putin y Xi Jinping. Un popular violador de derechos humanos.