El
entonces primerizo presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, no pensó ni por
un momento negarse a asistir a su propia posesión, a pesar de que sabía que una
parte importante de sus votos habían sido conseguidos a punta de metralla y con
dádivas de grupos paramilitares. Era tan evidente el delito electoral, que el
entonces candidato liberal, Horacio Serpa, elevó una denuncia penal ante la Fiscalía,
describiendo cada hecho y sobre la cual 12 años después no se sabe absolutamente
nada.
Uribe
Vélez, tampoco tuvo reparo en asistir a su segunda posesión, a pesar de que su
elección fue marcada por un descarado manejo de los recursos públicos; una
presión infame a las familias beneficiarias de la inversión social; y a la
actividad proselitista abierta por parte de jefes paramilitares, que lograron
conquistar una inmensa cantidad de votos, no sólo para la reelección, sino
también para jefes políticos locales adeptos al uribismo, muchos de los cuales
(no todos aun) están en la cárcel pagando sus penas.
Esas
eran épocas en las que Uribe hablaba con el presidente Chávez Frias y lo ponía
a interceder ante las FARC en pro de la liberación de secuestrados, pero
también eran momentos en los que desesperadamente buscaba por debajo de la mesa
acercamientos con los guerrilleros para iniciar diálogos de paz.
La
transición entre uno y otro mandato, ponían a su actor principal en cuestión
por una corrupción desvergonzada a todo nivel; por el uso criminal de las armas
del Estado; y por un aislamiento del país en la diplomacia internacional.
Los
grupos opositores al presidente Uribe (liberales y polistas) asistieron a los
dos actos de posesión y escucharon sus discursos basados en guerra, con respeto
democrático. No hubo desplantes ni pataletas durante la ceremonia, aunque sí
críticas y reparos en el Congresosy ante la opinión pública, como se usa en las
democracias.
Sin
embargo, ocho años después de su última posesión presidencial, Uribe Vélez protagoniza
un espectáculo bochornoso e irrespetuoso, al abandonar el recinto del Congreso
y dejar constancia de que no asiste porque el de Santos es un gobierno
ilegitimo y porque estará en la ceremonia el presidente Maduro.
Uribe,
aprovechando los micrófonos y las cámaras que lo siguen para todos lados, lanzó
acusaciones para deslegitimar a Santos, indicando que sus votos habían sido
producto de la presión de la guerrilla, cuando en realidad el candidato Zuluaga
ganó abrumadoramente precisamente en municipios y departamentos con alta
presencia de las FARC. Habló de la Mermelada, la misma que ha beneficiado a todos
los presidentes, incluido él (y de qué manera), para asegurarse el respaldo
parlamentario. Manoteó diciendo que no quería ver en la plaza a Maduro, en un
momento en que ya se sabía que no vendría y que enviaría en su reemplazo a un
Ministro.
El
senador Álvaro Uribe mostró que su odio hacia Santos, es apenas comparable con
su irrespeto por la democracia colombiana, lo que lo lleva a tomar decisiones
tan estúpidas y exóticas como la que adoptó el 7 de agosto, que lo van poniendo
más rápidamente en el sitio que la historia está construyendo para él, y que no
es otro que el ocupan los Sátrapas.
AÑADIDO. El senador Uribe no hizo falta en la
posesión presidencial. Su sitio en la Plaza fue ocupado con toda dignidad por
doña Mechas, que se llevó todas las miradas.
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