lunes, 3 de noviembre de 2008

¿Y dónde está el Alcalde?

¿Cuáles son las razones para que el alcalde de Bogotá Samuel Moreno, que obtuvo 920 mil votos en las elecciones de hace un año y que acumuló el 44% del respaldo popular, esté perdiendo aceleradamente el apoyo de los ciudadanos?

Transcurrida una quinta parte del periodo de gobierno, los habitantes de Bogotá pasaron de la euforia electoral a los comentarios cada vez más desapacibles sobre la gestión del alcalde Moreno. La frase más pronunciada y más indicativa de lo que está sucediendo es: “¿Y dónde está el Alcalde?”

La principal razón que empieza a prevalecer es que la Capital no cuenta con un proyecto de gobierno que les garantice a los habitantes unas mejores condiciones de vida y una orientación convincente sobre qué pueden esperar en el corto y mediano plazo de la administración pública.

Bogotá se debate en una crisis absoluta de movilidad y las acciones para enfrentarla se posponen. Las propuestas gubernamentales de modificar el pico y placa, instalar un “peajecito” en la salida de Chía o construir un Metro, no cuentan o con el suficiente respaldo social o evidencian una limitada capacidad de negociación del Alcalde frente a sus similares de la sabana y ante el gobierno nacional.

La imagen de la capital del país, que llegó a convertirse en el pasado reciente en sinónimo de progreso, calidez, solidaridad, civismo y limpieza, se ha deteriorado grandemente. La mayoría de las calles son caminos de herradura; los andenes son trampas humanas; en las avenidas las tapas de las alcantarillas han desaparecido; los parques son vertederos de basura a cielo abierto; la autoridad se esfumó; el espacio público es un negocio privado; y de la cultura ciudadana no existe ni el recuerdo.

La opinión pública percibe que la seguridad en Bogotá ha empeorado; que los Macroproyectos no despegan; que no existe capacidad institucional para ejecutar la inversión; que hay dudas en la transparencia del manejo de ciertos recursos; que la inversión social no es el centro de la dinámica gubernamental y que la participación ciudadana se desvaneció.

Sin confianza pública no es posible construir gobernabilidad. Lo que se requiere con urgencia es que el Alcalde recobre la confianza ciudadana, mostrando mayor decisión, más acción, más autoridad, más conocimiento de la problemática, incentivando la participación y procurando que la gente sienta que vive en una urbe que va progresando. Y para que esto suceda no es posible que la única estrategia se base en consultorías de imagen.