miércoles, 27 de junio de 2007

PENSANDO EN RISARALDA

Por Humberto Tobón y Tobón

Risaralda es un departamento que ha recuperado su nivel de crecimiento, luego de un nefasto gobierno conservador que sumió en la más profunda crisis a los municipios e impactó negativamente la estructura de las finanzas públicas.
El regreso a la senda del desarrollo se traduce en el fortalecimiento fiscal, nuevas inversiones públicas, mayores aportes a las variables sociales y recuperación de la gobernabilidad, la seguridad y la tranquilidad.
Se han pavimentado algunas vías departamentales, emprendido proyectos de servicios públicos básicos, dotado a las localidades de escenarios deportivos, provisto a las comunidades más pobres de acceso a la salud y la educación gratuitas, y modernizado equipamientos urbanos que redundan en la calidad de vida de la gente.
Sin embargo, aun queda bastante por hacer para asegurar que Risaralda sea un departamento moderno y competitivo, donde la equidad social sea la variable más importante del desarrollo, lo que significa vencer los índices de miseria y pobreza, asegurar la inclusión de la comunidad en la toma de decisiones, propender por un entorno natural sostenible y crear condiciones económicas óptimas de productividad en los municipios.
Risaralda tiene que estar entre los primeros seis departamentos competitivos del país. Ese es un objeto de corto plazo que se debe trazar el próximo gobierno y para ello, lo primero es priorizar la Agenda de Competitividad, para que no sea un catálogo de buenas intenciones, sino una fórmula real que conduzca al crecimiento y que encauce a los actores económicos y sociales hacia un mismo objetivo.
Se debe examinar el hecho de que muchas localidades del departamento tienen vocación para el turismo, o pueden ser epicentros para actividades comerciales y de servicios, o convertirse en distritos tecnológicos o informáticos, o ser parques de desarrollo industrial, o áreas económicas especiales, o escenarios de investigación biotecnológica.
El departamento tiene que ser más que agricultura y ganadería, dos áreas que no son competitivas, pero que lo podrían ser en la medida en que haya más investigación científica y genética, asistencia técnica especializada, créditos blandos de fomento, creación de empresas agropecuarias y sistemas adecuados de comercialización nacional e internacional.
La realidad del campo risaraldense es que es dependiente del café, sinónimo de pobreza después de la crisis de finales de los años ochenta. Diez de los catorce municipios del departamento basan su economía en este bebestible, cuyos precios actuales convertidos en pesos, son similares a los de hace diez años, lo cual unido a los efectos inflacionarios, han degenerado en un proceso paulatino de ruina. Ese cordón umbilical con el café, es la causa para que haya un déficit del 75% en la provisión alimentaria interna, la cual se supera con importaciones del Tolima, Cundinamarca, Boyacá, Cauca y Nariño.
Para enfrentar estos retos, se necesita que el gobierno seccional sea líder del crecimiento y no un simple actor de la politiquería y la minucia administrativa. Es fundamental que quien ejerza como Gobernador tenga una injerencia decidida en Pereira y Dosquebradas, municipios que deben ser vistos como anclas para jalonar desarrollo hacia el resto del departamento y no como territorios inhóspitos en los que sólo manda el Alcalde.
Una cosa es Risaralda cuando se analiza en todo su contexto, incluyendo el área metropolitana, y una bien distinta cuando sólo se miran los otros doce municipios. Esto indica que es necesario pensar en un esquema de desarrollo complejo donde Pereira pueda irradiar iniciativas que involucren a otras localidades, con lo cual sería posible contener en parte el proceso migratorio que está afectando sustancialmente a la ciudad capital, con costos exorbitantes en la prestación de servicios sociales y públicos.
El futuro de Risaralda se tiene que pensar con esquemas empresariales modernos, con visiones sociales incluyentes y con fórmulas de gobierno alejadas de la corrupción y la política malsana.