Bogotá está anunciando una inversión de $1.1 billón en los próximos cinco años para renovar su zona central, que consta de 1.200 manzanas y donde se concentra gran parte de la actividad financiera, la institucionalidad pública, los hoteles, los edificios de grandes empresas, el comercio tradicional, las iglesias y los espacios de educación universitarios. Por allí desfilan diariamente un millón y medio de personas.
Hoy este centro es caótico. No es agradable. No es funcional. Es bastante inseguro. Existen amplias zonas deprimidas, con calles destruidas y con edificaciones que amenazan ruina. El gobierno distrital cree que es posible una modificación radical de estas condiciones y para ello lo intervendrá de manera paulatina.
Pensar en una acción similar para Pereira no es descabellado. Ya se han dado los primeros pasos. Hace cerca de una década se semipeatonalizó el centro de la ciudad, pero no se pudo concretar el propósito de convertir un tramo de las carreras séptima y octava en zonas comerciales abiertas al mejor estilo de las ciudades europeas, debido a las presiones de líderes gremiales, que con una actitud miope y provinciana consideraron que sería perjudicial evitar el transito automotor por los alrededores de los parques de Bolívar, El Lago y La Libertad.
Esta visión torpe y cortoplacista del desarrollo urbano, promovida especialmente por voceros de Fenalco, es la responsable de que el actual centro de Pereira sea un bazar de mala muerte, que los comerciantes tradicionales estén arruinados, que la inseguridad sea una constante diaria y que la gente ya no quiera visitar este sector, que de acuerdo con los reportes de los medios de comunicación, quedó en poder de la mendicidad, la delincuencia y la prostitución.
El centro de Pereira consta de 164 manzanas y allí habitan cerca de 20.000 personas. Es una de las pocas áreas céntricas del país donde aun vive la gente, lo que se convierte en un potencial para enfrentar un proceso de renovación urbana que debe servir para dotar a la ciudad de bulevares, aprovechando manzanas enteras que no se pueden construir por los riesgos que se generan durante la ocurrencia de terremotos, y que hoy son botaderos de basura y refugio de delincuentes. Intervenir los espacios urbanos más deprimidos para construir allí complejos habitacionales, nuevos edificios gubernamentales y más centros comerciales que complementen los esfuerzos realizados en torno a Ciudad Victoria, es una posibilidad totalmente cierta siempre y cuando exista voluntad política.
Los pereiranos no se pueden dar el lujo de clausurar la posibilidad de tener un centro moderno que privilegie al peatón, lleno de áreas verdes, fuentes de agua, ciclovias, juegos infantiles, zonas recreacionales, servicios gubernamentales, unidades habitacionales mejoradas y calles y andenes amplios.
Los dirigentes locales deben entender que es necesario seguir mejorando las condiciones de la ciudad para mantener la preeminencia en la competitividad regional, especialmente ahora, cuando en Armenia y Manizales las grandes marcas comerciales están construyendo sus superficies; los inversionistas están en la tarea de levantar hoteles, centros de exposiciones y nuevas atracciones turísticas; y el gobierno nacional empieza a girar los dineros necesarios para construir y actualizar aeropuertos y ampliar la infraestructura vial, además de impulsar la actividad logística.
Pereira no puede entrar en una fase de adormilamiento generalizado ni contagiarse del mal gobierno local, pues ello conduciría a un inminente retroceso en su desarrollo, situación que sería aprovechada por las ciudades vecinas, que han acelerado su crecimiento, han atraído inversiones privadas y son consentidas por el gasto público del gobierno nacional.
2 comentarios:
Buen punto.
Humberto, con un alcalde de la castegoria del sr. Londoño es muy poco probable que Pereira pueda crecer. Me uno a las voces como la del dr. Isaza que piden la renuncia del Alcalde. Usted qué piensa.
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