LAS BASURAS NOS ESTÁN CERCANDO
Por Humberto Tobón y Tobón
Las autoridades ambientales de Colombia tienen frente a sí un problema gravísimo: cómo asegurar una gestión adecuada de los residuos sólidos, luego de comprobarse que en cerca de 800 municipios se depositan las basuras a cielo abierto y que las tareas de barrido y recolección son ineficientes.
Sin embargo, el Ministerio del Ambiente (y de la vivienda y el desarrollo territorial) no tiene dentro de sus prioridades el manejo de este tema en un país que produce diariamente 26.000 toneladas de residuos, muchas de las cuales se lanzan a las fuentes de agua, otras se botan en lotes baldíos y una parte importante llega a los rellenos sanitarios, los cuales están a punto de copar su capacidad de carga y evidencian manejos antitécnicos (v.g. el Relleno de Doña Juana en Bogotá).
Las acciones de dicho Ministerio se reducen a la expedición de normas en las cuales se hace obligatorio para los municipios elaborar los PGIR (Planes de Gestión Integral de Residuos) y buscar acuerdos subregionales para manejar los desechos. Sin embargo, estos mandamientos no se han acatado por falta de recursos económicos y/o desinterés administrativo de las localidades.
La reacción oficial sólo se ha traducido en el cierre de botaderos y rellenos, pero el problema de fondo no se ha solucionado, porque el número de toneladas de basuras sigue creciendo a una tasa del tres por ciento anual, mientras que los planes de reuso, reutilización y reciclaje únicamente actúan sobre 2.500 toneladas diarias y son emprendidos por personas que ven en esta actividad una forma de ganarse la vida, pero no responden a una política de Estado que tenga como prioridad disminuir los impactos ambientales y sociales de un inadecuado manejo de los residuos.
El Ministerio muestra, así mismo, muy poco interés por controlar la ruta de uso de artículos como baterías de carros, pilas, llantas y aceites combustibles, cuyos efectos sobre el entorno natural son desastrosos. La entidad se ha negado a adoptar medidas de choque probadamente efectivas en otros países como la de Depósito – Reembolso, que se relaciona con un pago de dinero extra por cada uno de estos elementos, el cual se devuelve una vez ellos se entregan ya usados en sitios previamente definidos. Este mismo Ministerio no tiene control en sobre aquellos elementos peligrosos y altamente tóxicos que se originan en hospitales, centrales de energía, industrias y laboratorios químicos, al punto de que no se sabe con certeza a dónde van a parar.
Es tal el grado de ineficiencia al que se ha llegado, que no existe una caracterización real de los residuos que se producen en Colombia. Se tiene una distribución caprichosa desde los años ochenta que dice que los residuos orgánicos son aproximadamente el 65% y los papeles y cartones el 20%, sin haberse incluido en los últimos cuatro lustros dos variables sustanciales: el cambio de hábitos de consumo (generalización de enlatados y comidas precocidas) y el uso de nuevos materiales (icopor y tetrapack) no biodegradables.
El control y la buena gestión de los residuos sólidos no sólo se logran con la represión normativa de las autoridades ambientales, sino a través de un plan de sensibilización y educación social en el que interactúen los ciudadanos y los empresarios, con el fin de que ellos le den un tratamiento adecuado a los sobrantes para reinsertarlos en el ciclo económico, con lo cual se mejorará el entorno y se le restará presión a la explotación irracional de los activos naturales.
Por Humberto Tobón y Tobón
Las autoridades ambientales de Colombia tienen frente a sí un problema gravísimo: cómo asegurar una gestión adecuada de los residuos sólidos, luego de comprobarse que en cerca de 800 municipios se depositan las basuras a cielo abierto y que las tareas de barrido y recolección son ineficientes.
Sin embargo, el Ministerio del Ambiente (y de la vivienda y el desarrollo territorial) no tiene dentro de sus prioridades el manejo de este tema en un país que produce diariamente 26.000 toneladas de residuos, muchas de las cuales se lanzan a las fuentes de agua, otras se botan en lotes baldíos y una parte importante llega a los rellenos sanitarios, los cuales están a punto de copar su capacidad de carga y evidencian manejos antitécnicos (v.g. el Relleno de Doña Juana en Bogotá).
Las acciones de dicho Ministerio se reducen a la expedición de normas en las cuales se hace obligatorio para los municipios elaborar los PGIR (Planes de Gestión Integral de Residuos) y buscar acuerdos subregionales para manejar los desechos. Sin embargo, estos mandamientos no se han acatado por falta de recursos económicos y/o desinterés administrativo de las localidades.
La reacción oficial sólo se ha traducido en el cierre de botaderos y rellenos, pero el problema de fondo no se ha solucionado, porque el número de toneladas de basuras sigue creciendo a una tasa del tres por ciento anual, mientras que los planes de reuso, reutilización y reciclaje únicamente actúan sobre 2.500 toneladas diarias y son emprendidos por personas que ven en esta actividad una forma de ganarse la vida, pero no responden a una política de Estado que tenga como prioridad disminuir los impactos ambientales y sociales de un inadecuado manejo de los residuos.
El Ministerio muestra, así mismo, muy poco interés por controlar la ruta de uso de artículos como baterías de carros, pilas, llantas y aceites combustibles, cuyos efectos sobre el entorno natural son desastrosos. La entidad se ha negado a adoptar medidas de choque probadamente efectivas en otros países como la de Depósito – Reembolso, que se relaciona con un pago de dinero extra por cada uno de estos elementos, el cual se devuelve una vez ellos se entregan ya usados en sitios previamente definidos. Este mismo Ministerio no tiene control en sobre aquellos elementos peligrosos y altamente tóxicos que se originan en hospitales, centrales de energía, industrias y laboratorios químicos, al punto de que no se sabe con certeza a dónde van a parar.
Es tal el grado de ineficiencia al que se ha llegado, que no existe una caracterización real de los residuos que se producen en Colombia. Se tiene una distribución caprichosa desde los años ochenta que dice que los residuos orgánicos son aproximadamente el 65% y los papeles y cartones el 20%, sin haberse incluido en los últimos cuatro lustros dos variables sustanciales: el cambio de hábitos de consumo (generalización de enlatados y comidas precocidas) y el uso de nuevos materiales (icopor y tetrapack) no biodegradables.
El control y la buena gestión de los residuos sólidos no sólo se logran con la represión normativa de las autoridades ambientales, sino a través de un plan de sensibilización y educación social en el que interactúen los ciudadanos y los empresarios, con el fin de que ellos le den un tratamiento adecuado a los sobrantes para reinsertarlos en el ciclo económico, con lo cual se mejorará el entorno y se le restará presión a la explotación irracional de los activos naturales.
1 comentario:
Leemos con atención su comentario sobre basuras. Y hay algo más: no existe por parte de autoridades sanitarias campaña alguna hacia la comunidad orientada al manejo de las diversas clases de residuos, sólo una tímida aproximación en algunas fabricas y centros hospitalarios. Felicitaciones
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