Arrancó la
campaña política en Colombia para escoger autoridades locales y con ella la
estrategia de mentir para desprestigiar a los contendores políticos. Y esas
mentiras traducidas en falsas acusaciones, que antes circulaban en panfletos
que se introducían bajo las puertas de las casas en la oscuridad de la noche,
ahora son compartidas a plena luz del día a través de las redes sociales.
El punto en común
entre la vieja y la nueva estrategia de divulgar las mentiras, es que el
responsable normalmente se esconde tras una identidad falsa o un anónimo y
cuenta con la colaboración de “gente bien” que lo incentiva (económica y
moralmente) a cometer su fechoría.
Con la
divulgación masiva de las mentiras se produce un fenómeno impresionante: Se
crea una realidad a partir de una falsedad, que se muestra tan creíble y convincente,
que termina siendo “una verdad”, contra la cual es casi imposible luchar.
Y esas mentiras
que se van convirtiendo en verdades, de las cuales habló hace casi 70 años Goebels,
son las que marcan la agenda política del nuevo tiempo, lo cual implica que
quien mejor las use, es quien más posibilidades tiene de triunfar.
Las mentiras
corren a velocidades increíbles a través de las redes. En pocos minutos una
noticia falsa hace parte de la realidad cotidiana y de los comentarios de miles
de internautas, que sin ningún tipo de miramientos, le dan credibilidad y
compran esas “verdades” virtuales que se convierten en temas de conversación y
de reflexión en la vida real.
Los promotores de
la manipulación de las redes sociales, han creado organizaciones muy poderosas
para emitir esas mentiras. Sucede en la política internacional (Rusia y su
intervención en las elecciones de Estados Unidos, 2017) y en la política local,
donde se constituyen comunidades que insultan o defienden, según sea la
necesidad, con el fin de proteger un individuo o una idea.
Las mentiras,
exageraciones, acusaciones y tergiversaciones, caen en un campo abonado,
compuesto por individuos de todos los estratos sociales, que no analizan, no
comparan y no confrontan con la realidad. Es una tragedia para la convivencia
social y para la construcción de comunidad. Y todo se debe a que gran parte de
las redes sociales están compuestas por hordas de ignorantes, que ahora tienen
la posibilidad de interactuar y desfogar todas sus frustraciones a través de
unos canales que nadie controla y donde reina el caos informativo.
Dolorosamente,
muchos proyectos políticos serios, responsables e inteligentes se frustran con
una sola publicación llena de mentiras, que es acogida con alborozo por una
comunidad que ama el chisme y se fascina con la desgracia de los demás.
La crítica
responsable e ilustrada contribuye a la formación de una opinión informada y
ayuda a la consolidación del debate democrático. No puede decirse lo mismo de
una crítica manipulada y mentirosa, que es la que hoy manda en el debate
político.
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