He venido estudiando con mucha dedicación los asuntos urbanos y con
especial énfasis los relacionados con las ciudades sostenibles. Y en ese devenir me encontré con un concepto que
se ha posicionado desde el punto de vista de la planeación: La Aerotrópolis, que explica la
trascendental importancia que tienen los aeropuertos en la vida social y
económica de las ciudades.
Hoy no es posible concebir una gran ciudad, sin que ella esté ligada
indefectiblemente a un aeropuerto, que es el epicentro de la actividad
económica, porque sirve para canalizar el comercio, fortalecer los servicios,
exportar los frutos del conocimiento, intercambiar tecnologías e incentivar los
encadenamientos productivos. Algunos planificadores urbanos han adoptado el término
"Ciudad con alas", para
destacar lo sustancial de la actividad aérea en la economía moderna.
Infortunadamente, en Colombia y especialmente en las ciudades
intermedias, los aeropuertos son vistos simplemente como terminales de
pasajeros y de carga, pero desconectados de la dinámica económica y alejados de
los intereses sociales. El aeropuerto local va por un lado y la economía va por
otro. La plataforma aeroportuaria no es tenida como un conector de desarrollo y
mucho menos como el epicentro del ordenamiento territorial.
Las Aerotrópolis parecen estar destinadas a las grandes ciudades.
Atlanta en Estados Unidos acoge en su aeropuerto Hartsfield-Jackson a cerca de
110 millones de pasajeros/año. O qué tal lo que ocurre en Dubai, Madrid, Tokio,
Chicago, Los Ángeles y Londres, cada uno con cerca de 80 millones de pasajeros.
En estos grandes espacios hay bancos, oficinas, hoteles, museos, salas de
conferencias y de cine, poderosas marcas comerciales, restaurantes de lujo,
casinos, bares, canchas deportivas, gimnasios, vestuarios, parques con amplias
zonas verdes, vías espaciosas y edificios de parqueo.
La ciudad, si quiere desarrollarse adecuadamente e ir construyendo un
futuro promisorio, debe instalar su infraestructura cerca del aeropuerto, donde
se encuentren inversionistas y trabajadores, importadores y exportadores,
compradores y vendedores, fábricas, áreas comerciales, centros de investigación,
lugares para la recreación, hoteles y
universidades.
Como simple referencia, en Qatar se está construyendo el denominado
Aeropuerto-Ciudad para atender los requerimientos del Mundial de Fútbol en 2022
y allí se podrán albergar a 200 mil personas. Y para no ir muy lejos, en México
DF se construye una Aerotrópolis en una extensión de 400 hectáreas, donde interactuarán
180.000 personas diariamente, y allí estarán ubicadas las pistas de aterrizaje,
terminal aérea, autopistas, centros comerciales, parques industriales, espacios
para el disfrute público y hoteles.
Por todas estas características, la zona donde esté instalado el
aeropuerto no puede ser un espacio deprimido urbanísticamente, pues es el sitio
de ingreso a la urbe y marca de una vez la percepción de los viajeros sobre
cuál es la dinámica socioeconómica con que se encontrarán.
Revisando el caso de Pereira, es loable el esfuerzo desarrollado por los
gobiernos de Israel Londoño y Juan Pablo Gallo de promover Planes Maestros
Aeroportuarios, que permiten, entre otras cosas, el mejoramiento de la
seguridad aérea y la construcción de una terminal moderna.
Sin embargo, el Aeropuerto local no tiene ganado un espacio preeminente
en el ordenamiento territorial, lo que es una lástima, pues se desestima su
trascendencia como detonador del desarrollo e impulsor del crecimiento.
Sobre el Aeropuerto Matecaña deberían girar los grandes esfuerzos de
delinear un modelo urbanístico que cobijara espacios tan importantes como los interconectados
por las avenidas 30 de Agosto y de Las Américas; los lotes del Batallón San
Mateo, antiguo zoológico y parque de la Vida; Universidades, áreas deportivas y
recreacionales; la vía de Nacederos; parques industriales y zonas francas; y
espacios comerciales y habitacionales en la jurisdicción del corregimiento de
Cerritos.
La interconexión vial, el modelo productivo de las áreas de influencia,
la protección ambiental y el aporte al PIB local, por ejemplo, son aspectos que
deberían ser tratados con especial atención por los distintos estamentos de la
ciudad.
Los pereiranos nos sentimos orgullosos de nuestro Aeropuerto. Y tenemos
por qué estarlo. Pereira cambio drásticamente su rumbo y empezó a evidenciar un
desarrollo inusitado, desde el momento en que fue puesto en operación el
Matecaña (1947).
En 2020, muy seguramente, Pereira tendrá la oportunidad de tener un aeropuerto
renovado en la infraestructura física de su terminal y con una importante
modernización de sus equipos de aeronavegabilidad. Pero su trascendencia no
puede quedar ahí. Debemos tener presente
que el aeropuerto es un catalizador de la modernidad urbana, influenciando los
más diversos sectores de la producción y potenciándolos para crear una economía
sólida.
La plataforma aeroportuaria nos debe acercar a los mercados, facilitar
los negocios e impulsar los intercambios de todo tipo en menos tiempo y con
altos niveles de seguridad y eficiencia. Estamos a tiempo de actuar para lograr
que el aeropuerto sea el eje del ordenamiento urbano de Pereira.
*Economista, comunicador social y experto en finanzas y planeación ambiental. Actualmente, Gerente de consultoría y asesoría técnica de LOAR Consultoríaa Estratégica SAS.
1 comentario:
Una interesante reflexión sobre lo que debería ser el aeropuerto para los pereiranos.
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