El senador
Macias tenía la obligación de hablar a nombre del Congreso de Colombia, en la
ceremonia de posesión del presidente Duque. O sea, interpretar la
institucionalidad. Pero no lo hizo. Mejor se jugó la suerte por una
intervención partidista, que le contó al mundo su versión manipulada sobre la
situación que vive el país.
Su
presentación fue desastrosa para la imagen de Colombia. Este político del
Centro Democrático pretendió que fuéramos vistos como una nación fracasada, en la que todos sus indicadores
sociales y económicos son calamitosos. Algo que es falso
Imagínense
qué pudieron pensar las delegaciones de los diferentes países y los
representantes de los organismos multilaterales, de la cooperación económica,
de las calificadoras de riesgo y de los bancos internacionales. Lo más seguro
es que quedaron perplejos y desconcertados, entre otras razones porque el
expresidente Santos tiene una imagen inigualable a nivel mundial.
Ojalá no
suceda, pero el resultado de este desafortunado discurso del presidente del
Congreso, podría llevar a la disminución de la calificación de riesgo país,
dados los niveles de confrontación política interna, que podrían afectar sustancialmente
la dinámica económica y poner en duda la aprobación de las reformas tributaria
y pensional, que son esenciales para lograr el equilibrio fiscal en el mediano
plazo.
Macias
dibujó una situación tan caótica, que Venezuela bien podría ser un paraíso
comparada con Colombia. Qué despropósito y qué daño le hace este político al buen
nombre del país, el mismo que con tanto esmero recuperaron durante ocho años el
presidente Santos y la canciller Holguín.
Flaco
servicio le empezó a prestar el Centro Democrático al presidente Duque, porque
además de tóxico, mentiroso, sesgado y oportunista, el discurso de Macías resultó
siendo “fuego amigo”.
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