Es apenas obvio que, si los diálogos de La Habana fracasan o
si los colombianos votan negativamente en el plebiscito, las FARC harán lo que
siempre han hecho: la guerra, y tendrán la posibilidad de ampliar su radio de
acción principal del campo a la ciudad, sembrando el terror.
Por eso es tan poco comprensible que se haya levantado tal
polvareda con unas declaraciones del presidente Santos, en las que simplemente
indica cuáles son las consecuencias de que el conflicto armado no se supere.
Las FARC son una banda de delincuentes que tienen como
propósito sembrar el terror. Ellos han accedido a dialogar con el gobierno para
dejar las armas e involucrarse en la vida civil, política e institucional.
Ante esta realidad, un grupo importante de colombianos, casi
todos residentes en las áreas urbanas, dirigidos por voceros de la derecha, han
señalado que esta sería una paz con impunidad, y han decidido lanzar una
campaña para que se niegue por voto popular los acuerdos entre el gobierno y
las FARC. Algo totalmente válido desde el punto de vista democrático.
Sólo que, si no hay un acuerdo de paz con el más importante
grupo ilegal, este seguirá delinquiendo, y muy seguramente hará sentir su
presencia en las áreas urbanas colombianas, donde vive el 76% de la población,
que esencialmente ha estado alejada de los impactos del conflicto armado.
Dado que en el sector urbano los actos guerrilleros son marginales,
no se tiene la dimensión de lo que significa el conflicto armado para habitantes
de alrededor de 300 municipios, todos muy pequeños y con altos índices de
ruralidad. Pero la realidad es que los habitantes de las ciudades son los que
realmente van a decidir si hay o no acuerdo con las FARC, porque son la gran
mayoría de electores.
Se ha dicho hasta la saciedad que las balas y las bombas
disparadas por la guerrilla muy eventualmente han afectado a las ciudades, y
que las acciones se concentran en las áreas rurales. Sin embargo, los efectos
del conflicto armado traducidos en desplazamiento, han generado serios
problemas sociales en las ciudades, especialmente por el aumento de la pobreza,
el desempleo y la marginalidad.
A nadie debería asombrar que el presidente Santos salga a
advertirnos a los colombianos los efectos de un proceso de paz fracasado y las
consecuencias de la vigencia de una guerra eterna, especialmente para quienes
vivimos en las ciudades. Claro, esa clase de verdades no son bien recibidas,
especialmente cuando provienen de un Presidente que tiene una aceptación
popular menor al 20%; adolece de una adecuada estrategia de comunicación con
los ciudadanos; se le ve distante de la gente; y se enfrenta a una movilización
popular dirigida por contradictores muy poderosos.
Lo que es cierto es que, si las negociaciones fracasan bien
en la mesa de La Habana o en las urnas, las FARC no van a salir cabizbajos y
derrotados, sino que pondrán a funcionar su máquina de guerra y las
consecuencias se medirán en más muertos, más viudas, más huérfanos y más
afectaciones económicas, muy seguramente ya no solo en el campo, sino también
en las ciudades. No nos podemos llamar a engaños en este tema.
Si la paz gana, es obvio que Colombia asistirá a un hecho
histórico, donde una agrupación dedicada al terror, dejará sus armas y buscará
ingresar a la civilidad, y para esto debemos estar preparados los ciudadanos,
abriendo los espacios que la democracia ofrece.
1 comentario:
Buenas tardes Humberto, mi nombre es César Daniel, soy estudiante mexicano de la licenciatura en Relaciones Internacionales en la UNAM, me encuentro en Argentina realizando una estancia de investigación y por recomendaciones tuve la oportunidad de leer un trabajo suyo titulado "las fumigaciones en Colombia", me gustaría conocer la ficha completa para poder utilizarlo en mi trabajo de tesis y citarlo de la forma correcta, además de plantearle algunas dudas que me surgieron sobre las conclusiones. Saludos cordiales.
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