No voté por
Santos en las elecciones pasadas, porque representaba una tendencia política
adicta a la deslegitimación institucional, al culto a la personalidad y a la
violación de los principios básicos de la convivencia democrática.
Sin embargo,
Santos se desmarcó rápidamente de esos antivalores y prefirió la defensa y el
fortalecimiento de las instituciones. En esencia, el Presidente ha venido
aplicando un modelo que dignifica su cargo y respeta el disenso.
Hay muchas
cosas que se pueden discutir sobre la eficiencia y la pertinencia del gobierno,
como haber continuado con los cupos indicativos en favor de los congresistas,
que fueron usados en los gobiernos de Pastrana y Uribe, y especialmente por
este último para corromper la voluntad política y lograr su reelección. No se
puede estar de acuerdo con la recentralización del país, que se ha sentido con
especial fuerza en los últimos 11 años y que Santos no ha hecho lo necesario
para impedir que las regiones sean más autónomas y no dependan tanto de la
opinión de la burocracia bogotana.
Pero estos y
otros temas no logran ensombrecer los excelentes resultados logrados por Santos
en la política internacional, logrando que Colombia sea vista con respeto y
consideración. La apertura de nuevos mercados comerciales, el ascenso de las
exportaciones, la eliminación de visados y la entrada de capitales foráneos productivos,
son prueba de un trabajo bien hecho, que infortunadamente en el periodo 2002 –
2010 fue un punto negativo que mucho le costó al país.
La buena
marcha de la economía, la disminución de indicadores de pobreza, el aumento de
las coberturas de salud y educación, la ampliación de la oferta de servicios
públicos, las leyes sobre tierras y primer empleo, el reconocimiento a las víctimas
del conflicto, la promoción de los derechos humanos, el respeto a la oposición y la no
criminalización de la protesta, son elementos que hablan bien del gobierno
Santos.
Pero por
sobre todo, el Presidente merece el voto de confianza de los ciudadanos para
continuar en el cargo, por su destacado papel en favor de la consecución de la
paz, el derecho constitucional más importante y que él ha sabido conducir con
la mayor cautela y con excelentes resultados prácticos.
Colombia en
paz es un argumento más que suficiente para reelegir a Santos y cerrarle el
paso a quienes pretenden una guerra eterna y promueven el miedo como arma
política. En esta ocasión mi voto es por Santos, ya que está en la orilla que
defiende la democracia.
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