viernes, 3 de noviembre de 2023

¿ES PEREIRA UN BUEN VIVIDERO?

Tomó fuerza desde hace varios meses el concepto de que Pereira es un “buen vividero”. ¿Qué es eso? Uno se puede imaginar que el mensaje que están enviando es el de que en Pereira se puede vivir cómodamente, con muchas facilidades y que es un territorio acogedor.


¿Ese “buen vividero” es un espacio sólo para que la gente venga a vivir? Porque si es así, entonces la ciudad debe asegurar una más alta oferta de servicios sociales y ampliar la disposición de servicios públicos básicos.


El “buen vividero” le debe ofrecer a un grupo cada vez mayor de personas, más vías, más transporte público, más seguridad, mejores espacios de recreación y ocio y un ambiente descontaminado.


Mantener el título del “mejor vividero de Colombia”, significa más inversión pública, menores índices de pobreza y mayor atracción de capitales productivos para poder generar ingresos fiscales y empleo.


Lo ideal de ser un “buen vividero”, es que se empiece a atraer una fuerza laboral especializada, un comercio más dinámico y nuevas ofertas académicas.


Vale la pena que el nuevo gobierno municipal promueva un debate sobre este tema, para determinar el impacto socioeconómico que ha tenido la promoción nacional, cada vez más fuerte, de que Pereira es ese gran vividero que todos anhelan.


Mucha gente ha llegado a vivir a Pereira. Las cifras de los últimos años mostraron un crecimiento acelerado de la construcción de vivienda en todos los estratos socioeconómicos. Algo que dinamizó la economía local. Los nuevos residentes en la ciudad, son esencialmente personas ya retiradas del mercado laboral, que quieren mejorar su calidad de vida y que salen huyendo de la azarosa cotidianidad de las grandes capitales.


Este fenómeno migratorio de personas mayores, ha hecho que Pereira y en general el eje cafetero, se convierta en la región del país con mayores índices de envejecimiento; en tanto, los jóvenes están migrando hacia otras ciudades y países en búsqueda de mejores oportunidades académicas y laborales. Muy pocos regresan y el territorio ve cómo se agota su “bono demográfico”.


Una ciudad en la que el promedio de edad de sus habitantes está creciendo aceleradamente, debe empezar a adoptar modificaciones sustanciales en la distribución de los recursos de la inversión pública, porque se requerirán partidas presupuestales más gruesas para atender a los adultos mayores y, tal vez, menos dinero para jardines infantiles y escuelas. ¿Eso es lo que se quiere?

1 comentario:

Alvaro Ardila dijo...

Siempre relatando la realidad de una manera clara y precisa. Enseñar a pensar nuestra ciudad es permitir que cada persona pueda decidir lo que desea para ella. Es el arte escribir con propiedad. Muchas gracias