El cambio climático exige un tipo de acciones inmediatas que, sin embargo, nadie va a adoptar. Lo urgente hoy para las naciones desarrolladas es encontrar soluciones a la pavorosa crisis financiera mundial y poco las trasnocha el tema ambiental.
Nadie es ajeno a que la vida en la Tierra está en serio riesgo si se siguen lanzando millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmosfera cada año. Pero las acciones concretas para frenar esta acelerada carrera contaminante son lentas, tal como se hizo evidente con los compromisos aprobados a través del Protocolo de Kioto y como está ocurriendo con las negociaciones previas a la cumbre mundial del clima en Copenhague.
En la reciente reunión de L´Aquila, Italia, los gobernantes de China, India, México y Brasil manifestaron no estar interesados en un acuerdo para disminuir a la mitad sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases que afectan el clima, antes de 2050. La razón que expusieron es que sus economías emergentes requieren de un número mayor de años para llegar al nivel de desarrollo que se han trazado y, por lo tanto, cortar de tajo el uso de combustibles fósiles sería un gran obstáculo para sus pretensiones económicas.
Argumentan estos países que no es justo que las naciones desarrolladas hayan logrado altos niveles de crecimiento basados en el uso intensivo del carbono, y ahora quieran impedir que otros hagan lo mismo, so pretexto de la necesidad de cuidar el planeta.
Dichos países emergentes han aumentado significativamente sus descargas de gases de efecto invernadero a la atmosfera en los últimos doce años. China, por ejemplo, ha mantenido un crecimiento anual del PIB cercano al 10%, basado en la quema de carbón para sus procesos industriales, triplicando las descargas de gases dañinos. Para tratar de alcanzar su prosperidad, China ha dejado moribundo el río Amarillo, el cual ya perdió el 80% de su caudal y recibe 5.000 millones de toneladas de aguas residuales cada año. El gigante asiático tiene a 700 millones de sus 1.300 millones de habitantes consumiendo agua contaminada, especialmente en las zonas rurales. Los chinos, que no quieren saber de controles al dióxido de carbono, encabezan el vergonzoso récord de contar con 16 de las 20 ciudades más contaminadas del mundo.
La intransigencia de estas cuatro naciones y de muchas más, es lo que hace prever que Copenhague será una nueva decepción y que se requerirán más que razones políticas para hacerles entender que la vida sobre el Planeta es mucho más importante que un crecimiento económico concentrado, el cual, a propósito, no se traduce en disminuciones trascendentales del hambre, la pobreza y la miseria.
Debido a que el cambio climático sigue su marcha imperturbable y desastrosa, anualmente mueren alrededor de 300.000 personas por efectos de las sequias, las inundaciones, el hambre y el excesivo calor. Va este dato para quienes se preocupan prioritariamente por la crisis económica: los problemas asociados con el clima causan pérdidas anuales por 130.000 millones de dólares, de acuerdo con revelaciones hechas por el exsecretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan.
Las proyecciones, si no se disminuyen de manera inmediata la emisiones de Gases de Efecto Invernadero, son que en las próximas dos décadas el mundo verá cómo unas 50 millones de personas serán refugiadas ambientales, especialmente en las zonas costeras, fruto del aumento del nivel del mar. También se asistirá a la muerte de medio millón de personas por desastres asociados con el clima. El número de indigentes llegará a los 1.500 millones de personas. Los muertos por hambre sobrepasarán las 10 millones de personas al año. Las pérdidas que sacudirán las economías serán iguales a las actuales ayudas entregadas por Estados Unidos al sistema financiero.
El mundo será un caos. Todos sentirán los efectos del cambio climático. Claro que los países pobres sufrirán más que los ricos, pero estos últimos tampoco escaparan a las nefastas consecuencias, porque el fenómeno del calentamiento es global. Ya Francia, Inglaterra y Estados Unidos han vivido en carne propia los embates de la naturaleza.
Nuestros nietos sentirán las calamidades ambientales, pero sus hijos asistirán a un verdadero Apocalipsis si quienes habitamos hoy el planeta no hacemos lo necesario para evitar el desastre anunciado.
1 comentario:
El futuro es incierto. El mundo va a desaparecer en medio de la confotabilidad. Una maravilla para una especie tan estúpida como somos nosotros los humanos.
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