La estrategia de sembrar terror para deslegitimar la protesta
social es muy vieja, y normalmente ha sido muy efectiva. Se intentó en los
hechos ocurridos en Bogotá y Cali esta semana, donde planes estructurados y muy
bien coordinados crearon el caos, buscando que la opinión pública pusiera en
duda la eficacia de la movilización y la protesta social.
Lo que siempre fue tan efectivo en el pasado, empieza a no
serlo ahora, cuando la gente supera la tergiversación de la información de los
medios tradicionales de comunicación, con la exposición de los hechos de manera
directa y categórica.
Los ciudadanos en Bogotá, principalmente, pudieron mostrar en
la noche del viernes (22N) que extrañamente se desató el caos en varias
localidades, con un mismo libreto, donde camiones iban dejando decenas de
vándalos, que entraban en las unidades residenciales, golpeaban vehículos,
amedrentaban a los residentes y luego huían cuando la Policía, después de
muchos minutos, hacía presencia, pero no capturaba a nadie.
Incluso, muchos videos evidenciaron la extraña relación entre
los vándalos y las autoridades. El montaje resultó tan evidente, que hasta el
alcalde Enrique Peñalosa dijo que existía “una
campaña para crear terror en Bogotá”.
La tecnología de comunicaciones que tiene la gente a su
disposición y la velocidad de transmisión de la información, hacen que los
montajes de los gobiernos y sus estrategias de terror queden rápidamente al
descubierto y no sea tan fácil desvirtuar la legitimidad de la protesta
ciudadana.
El presidente Duque se equivoca al tratar de militarizar la
protesta y reprimir las manifestaciones pacíficas. Parece que no se enteró del
resultado de acciones similares en Chile, Ecuador y Perú, donde la represión lo
que hizo fue exacerbar la reacción de la gente, que siguió en las calles
reclamando por sus derechos.
Duque está demorando la búsqueda de soluciones (anunció para
el 27 de noviembre el inicio de conversaciones), esperando tal vez que los
ánimos se calmen, cosa que no ocurrirá, porque la gente seguirá haciéndose sentir
en la calle. Y los ciudadanos usarán sus ventanas para crear, con ollas y
cucharas, una ruidosa sinfonía de rechazo a las políticas del gobierno en
materia económica, salarial, pensional, de seguridad y de paz. Las redes
sociales continuarán poniendo en evidencia los burdos montajes de unos
organismos de seguridad que han fracasado en su responsabilidad de preservar el
orden público, la seguridad de los ciudadanos y la protección de sus bienes.
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