sábado, 26 de noviembre de 2022

CARO, HASTA LUEGO

Con Carlos Arturo Caro corrimos decenas de veces, no sin cansancio, pero con un gran entusiasmo, la ruta del colegio “Rafael Uribe Uribe” hasta el cross de la Universidad Tecnológica. Subíamos y bajábamos la calle 14, todavía sin pavimentar, y regresábamos exhaustos frente al profesor de educación física Humberto Giraldo “Pechoelata”, que con mueca burlona observaba nuestra respiración agitada, mientras rayaba la lista de asistencia.

Esos años con Caro Isaza siempre los recordábamos cuando de vez en vez nos encontrábamos para hablar, casi siempre, de las cosas que más lo emocionaban, la planeación y la investigación.

Desde los asientos del bachillerato, Carlos Arturo ya se mostraba aventajado, lo cual fue demostrando con creces en sus trabajos profesionales, donde descolló por su propia capacidad.

Me lo encontré nuevamente en las Empresas Públicas de Pereira, seguí su trayectoria en Telecom, Universidad Tecnológica de Pereira y Planeación Municipal. En todos esos escenarios estuvo su impronta indeleble, entre otras razones, porque hacia su trabajo con pasión y excesiva responsabilidad.

Supe de sus proyectos empresariales y de sus preocupaciones por la manera cómo Pereira se fue desordenando en su planeación territorial.

La ciudad y el departamento pierden un profesional íntegro que mucho le aportó al desarrollo de los asuntos públicos y académicos. Caro, hasta luego. Su paso por este espacio no fue en vano.

Un abrazo solidario a Aida y a sus hijos

miércoles, 23 de noviembre de 2022

SÍ HUBO HUMO

No era necesario ser un experto para intuir que la COP27 sería un rotundo fracaso, al conocerse la ausencia de China y Rusia, saberse decisiones judiciales contrarias al control de la contaminación y los pasos hacia atrás en compromisos adquiridos por países desarrollados de Europa.

Lo que se advirtió desde hace meses, infortunadamente ocurrió. Ello se refleja en una declaración final decepcionante, que mantiene al Planeta en un camino bastante inseguro y a ocho mil millones de personas en condiciones de vulnerabilidad climática.

Se veía venir el poderoso cabildeo de las compañías petroleras y carboníferas. Esto fue advertido por organizaciones ambientalistas y denunciado por la prensa mundial. Finalmente, ellos ganaron, al excluir de la declaración cualquier manifestación de control estricto a estos combustibles contaminantes y frustrar la posibilidad de que su influencia fuera en declive.

Y para demostrar que los combustibles fósiles seguirán reinando en términos energéticos, se aprobó que la COP28 se realice en Dubai en 2023. El chiste se cuenta solo.

Pero hubo espacio para un contentillo a las voces críticas de las decisiones tomadas en esta Conferencia de las Partes. Se anunció la creación de un Fondo de compensación en beneficio de las naciones más vulnerables, que algunos llegan a calificar como un hecho histórico.

La dimensión, cuantía, beneficiarios y momento de operación de este Fondo, serán definidas por una comisión de 28 países. Las posibilidades que funcione son muy pocas, porque, en el pasado, iniciativas como esta han fracasado estruendosamente. Recordemos dos casos: el primero, fue el acuerdo de los países ricos en 2000 para financiar a las naciones pobres en el cumplimiento de los objetivos de desarrollo del milenio; y el segundo, el acuerdo de aquellos en 2009 de aportar anualmente cien mil millones de dólares para ayudar en la transición energética de estos. En la evaluación, los aportes fueron iguales a cero.

Antes de llegar a la COP de Dubái, dentro de un año, seremos testigos de más desastres que causará un clima variable, exacerbado por el aumento de emisiones de gases de efecto invernadero. Seguiremos oyendo, durante los próximos meses, a líderes que hablarán de enfrentar el cambio climático, pero no actuarán en concordancia. Y las organizaciones ambientalistas exigirán poder llegar a esa conferencia en 2023, donde estará prohibida la protesta, so pena de encarcelamientos.

El mundo seguirá viendo aumentar la temperatura de la Tierra, gracias a la actitud complaciente de cada uno de nosotros, que en general nos resistimos a cambiar de hábitos de consumo y renegamos si algunos de los beneficios de los que disfrutamos y sobre los cuales creemos tenemos derecho absoluto, son retirados o recortados. Seguiremos consumiendo todo aquello que dañe nuestro entorno.

miércoles, 16 de noviembre de 2022

LAS LLUVIAS TRAEN MÁS POBREZA E INFLACIÓN

 

Todo indica, de acuerdo con los anuncios meteorológicos, que las lluvias seguirán arreciando y que podrían extenderse, por efectos del “fenómeno de la Niña”, hasta comienzos de 2023. Una verdadera tragedia.

El impacto social de esta temporada de lluvias es catastrófico. Lo que se sabe hasta el momento es que son 243 muertos por efectos directos de la lluvia, 500.000 personas damnificadas y daños cercanos a los 400.000 millones de pesos.

Frente a esta situación, ha empezado a surgir una pregunta clave: ¿Se podía prevenir este desastre? La respuesta depende de si se tiene o no un mapa de riesgo detallado y un plan de acción para la prevención. Y de acuerdo con la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, la mayoría de los municipios del país no tienen estos instrumentos.

Se sabía, de acuerdo con los anuncios de las autoridades, que las lluvias en el segundo semestre de 2022 serían cada vez más fuertes y frecuentes. Ante esto, el presidente electo Gustavo Petro, les pidió a los alcaldes en julio que tuvieran listos sus planes de riesgo climático. Muy pocos respondieron afirmativamente.

Ante la magnitud de los daños, lo que les corresponde a las autoridades es reaccionar con los elementos de los que disponen, que en general son muy escasos. El gobernador de Boyacá, por ejemplo, aseguró que no tiene cómo atender las emergencia en 120 de los 123 municipios de su departamento. Lo mismo señaló el gobernador de Cundinamarca, donde 82 de los 116 municipios están afectados por inundaciones y deslizamientos.

Con lo que está ocurriendo ahora, viene a la memoria la temporada de lluvias de 2010 y 2011, que le costó la vida a miles de personas y los daños fueron billonarios. En ese momento se dijo que era necesario avanzar en los planes de prevención, porque esta situación se volvería a presentar. Y el resultado que tenemos a la vista, es que no se actuó.

Con los actuales niveles de lluvia, las vías terciarias están prácticamente destruidas, lo que impide la movilización de los campesinos hacia los cascos urbanos, a lo que se adiciona que vías secundarias y troncales nacionales también están deterioradas, impidiendo que los alimentos y muchas otras mercancías lleguen a las ciudades, acelerando la escasez y el aumento de precios.

La inflación de los alimentos tiene muchas explicaciones, que van desde la ausencia de fertilizantes, la baja productividad nacional, el costo de las importaciones, la devaluación del peso y la especulación del comercio. Sumándose, ahora, la baja oferta interna por la imposibilidad de llevar productos agrícolas y pecuarios a los centros de abasto, plazas de mercado y de ferias y centros de sacrificio.

Alimentos más costosos, daños en las tierras productivas y pérdidas de cosechas, nos pondrán, además, frente a otras situaciones socialmente muy preocupantes: el aumento de la pobreza y del hambre.

Ojalá, con esta nueva emergencia sea posible tomar en serio la formulación y aplicación de los planes de gestión de riesgo de desastres.

*Estos comentarios no comprometen a la RAP Eje Cafetero, de la que soy Subgerente de Planeación Regional.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

EL SISTEMA PENSIONAL CONTRA LAS MUJERES

 

Para una mujer es muy difícil lograr sumar, a la edad de 57 años, las 1.350 semanas que exige el sistema de prima media para alcanzar una pensión. Tampoco es fácil acumular más de $250 millones para obtener su pensión de salario mínimo en el sistema de ahorro individual.

Es tan grave la situación de las mujeres en materia pensional, que sólo una de cada cinco logran obtenerla, frente a tres de cada cinco hombres. Esto demuestra la enorme inequidad de género que existe en esta materia y que se materializa en altos niveles de pobreza femenina en Colombia.

Las estadísticas nos revelan que el desempleo femenino en septiembre de 2022, por ejemplo, fue de 13,5% y el 8,8% entre los hombres. En esta diferencia porcentual subyace una razón terriblemente discriminatoria: las empresas prefieren no contratar personal femenino por las posibilidades de que se embaracen; además de una excusa casi inhumana, la presunta disminución de productividad durante el periodo de menstruación.

Quienes más sufren por estas causas son las mujeres jóvenes, cuya tasa de desempleo llega al 19%, mientras es del 13% para sus pares masculinos. En términos sencillos, las mujeres se demoran más para integrarse al mercado laboral.

Si a las mujeres no les dan empleo a edad temprana, ¿cómo van a lograr cumplir con las semanas que exige la ley para obtener la pensión? Por ello, es apenas justo que los congresistas revisen con responsabilidad y equidad la posibilidad de que ellas puedan obtener la pensión una vez cumplan los 57 años, pero con una acumulación de 1.100 semanas. Es lo justo.

A esto se debe agregar que podrían obtener una pensión del salario mínimo con un ahorro equivalente al 83% del que se exige actualmente por parte de los fondos privados, teniendo como base un hecho comprobado: las mujeres tienen un desequilibrio salarial frente a los hombres del 17% cuando ejercen una misma función o responsabilidad.

El DANE nos ofrece una fotografía de la realidad laboral de las mujeres. Representan el 51,3% de la población; su tasa global de participación es 51,6% (hombres, 76,4%); la tasa de ocupación alcanza el 44,5% (hombres, 69,6%); son el 52% de la población en edad de trabajar, apenas el 42,2% de la fuerza de trabajo y el 69% de la población fuera de la fuerza de trabajo. Son datos que reflejan que las mujeres han sido víctimas permanentes de discriminación e inequidad

Este panorama se puede superar con decisiones jurídicas, por ejemplo, el reconocimiento de su trabajo en el hogar, el cual debería ser tenido como un factor que se agregue a la acumulación de semanas laborales y cuyas cotizaciones deberían ser pagadas por el Estado.

Por eso, la afirmación de que el sistema de benévolo con las mujeres, al permitir que ellas se puedan jubilar a los 57 años, cinco menos que los hombres, es puro cuento.