Miles de seguidores de un
político en campaña electoral en una red social no significan miles de votos.
Incluso, puede no significar votos. La gente adhiere a la invitación virtual de
un candidato o toma la decisión de unirse a una propuesta política específica
por curiosidad, por hacer un favor o por una sincera manifestación de aprecio.
Y puede ocurrir que los ciudadanos sean permanentes usuarios de la información
que les comparte una campaña o sujetos desinteresados por los mensajes que les
llegan. Y estos últimos son la mayoría.
El candidato siempre tiene la
emoción de ver crecer su número de seguidores en la red (casi nadie se desafilia
de una red, simplemente la ignora), está expectante a los “me gusta” y
constantemente consulta los comentarios que le hacen. Su ánimo sube o baja de
acuerdo con el comportamiento de las redes sociales.
Pero resulta, en general, que
todo es un espejismo. Normalmente la mitad de los seguidores del candidato
terminan siendo robots que dan “likes” y que incluso tienen la capacidad de
responder de acuerdo a ciertas palabras-comando
que aparecen en los mensajes.
El crecimiento de “amigos” de un candidato en una red es
una estrategia para “empoderarlo” y
ponerlo en condiciones de supuesta superioridad frente a sus contendores, quienes
luego, según su estrategia, son capaces de desbancarlo de la “supremacía” y aparecen como nuevos poderosos
líderes de la virtualidad. Es un juego bastante inocuo e insulso, especialmente
cuando el propósito de los estrategas es intentar igualar el número de seguidores
al número de simpatizantes y a la cantidad de votos que se esperan conseguir.
Las redes son muy importantes
para entregar información sobre propuestas políticas, incentivar debates sobre
temas específicos, mostrar una imagen personal o partidista y tratar de
cautivar la intención electoral con una comunicación más personalizada.
Pero creer que muchos seguidores
son muchos votos; que las encuestas virtuales definen tendencias de intención
electoral; que pocos “like” son el acabose de una campaña, y que los insultos
son una muestra de lo que piensa la mayoría de la opinión pública; son errores
garrafales en los que no puede caer una campaña política. Como tampoco es
benéfico, menospreciar las bondades de las redes sociales. Todo en su justa
medida.
1 comentario:
Excelente apreciación y análisis, totalmente de acuerdo
Publicar un comentario