Las
encuestas son un poderoso instrumento de análisis de la realidad política, pero
no es la realidad política. Ayudan a entender fenómenos, pero no
representa la verdad. Lo que dicen o pretenden decir las encuestas, depende de
quién las esté leyendo. Todas las interpretaciones son válidas y todas las
proyecciones son posibles, para nada es seguro.
Dado
el mal uso que se le da a las encuestas, estas han ido perdiendo importancia y
confiabilidad en la opinión pública, pero su utilidad sigue intacta, en la
medida en que sean realizadas con rigor científico.
Las
encuestas no eligen alcaldes, ni gobernadores, ni presidente. Pero permiten
mirar tendencias y establecer el clima de opinión pública sobre los temas que
son de su interés. Y es aquí donde radica lo verdaderamente importante para los
políticos: la temática.
Es muy probable que los encuestados mientan sobre el
candidato por el cual van a votar, y eso desestabiliza cualquier pronóstico
electoral. Pero, con seguridad, no mentirán sobre sus problemas, sus
inquietudes y sus esperanzas. Y si los políticos logran leer el panorama social
y económico de los electores, entonces tendrán la oportunidad de convencerlos y
atraer su voto con propuestas realizables.
Quienes
estén aspirando en el actual debate político, cometen un grave error al confiar
ciegamente en los resultados de las preferencias de voto de las encuestas, y
muy especialmente si estas se realizan con tanto tiempo de antelación al
proceso electoral.
Hace cuatro
años, faltando casi 8 meses para las elecciones, en Bogotá se daban estos
resultados (Datexco Company S.A. para La W): Clara López (35,4%),
Enrique Peñalosa (19,3%), Rafael Pardo (14,4%), Pacho Santos (9,3%) y Martha
Lucia Ramírez (9,1%). La realidad fue: Enrique Peñalosa
(33,1%), Rafael Pardo (28,5%), Clara López (18,26%) y Pacho Santos (12%).
En julio de 2015, una encuesta para
las elecciones de Gobernación de Risaralda (Cifras y Conceptos S.A.) mostraban
el siguiente panorama: Víctor Manuel Tamayo (43%), Sigifredo Salazar (14%) y
Germán Aguirre (11%). El día de las elecciones el resultado fue: Sigifredo
Salazar (47,73%), Víctor Manuel Tamayo (30,07%).
¿Por qué la realidad es tan distinta
al resultado de las encuestas, cuando estas se hacen con tanta anticipación? La
explicación la dan las mismas encuestas. En un estudio realizado por Cifras y
Conceptos S.A. para el Partido Liberal, se asegura que cuando faltan seis meses
para las elecciones, sólo el 6% de la gente decide su voto. El 16% faltando
tres meses. El último mes el 28%. El fin de semana antes el 20%. Y en las urnas
(en el momento de votar) el 26%.
A esto se debe agregar un dato
impresionante, que revela que la mayoría de los votantes no son fieles todo el
tiempo, y eso se traduce en que el 62% asegura, de acuerdo con varios estudios
de opinión púbica, que pueden cambiar su preferencia de voto sin problema una o
varias veces antes de llegar a las urnas, y que en esto influye la imagen del
candidato, los escándalos, sus propuestas, la publicidad y sus compañías.
Un hecho local en Pereira muestra esa
realidad de toma de decisiones electorales en la recta final de la campaña por
parte de los ciudadanos. En 2011 faltando tres semanas para las elecciones
Gallup (octubre 5) publicó la encuesta sobre intención de voto para la
Alcaldía: Juan Manuel Arango (39%) y Enrique Vásquez (25%). Las elecciones
dejaron un resultado distinto: Enrique Vásquez Zuleta (40,4%) y Juan Manuel
Arango (39,1%).
Otro ejemplo sobre esto en 2011, mucho
más dramático, se presentó en las elecciones para alcaldía en Bucaramanga,
donde la encuesta de Gallup faltando nueve días para las elecciones (octubre
21) daba estas cifras: Carlos Arturo Ibañez (41.4%), Juan Carlos Alvernia (27.6%),
Sergio Isnardo Muñoz (11,3%) y Rodolfo Hernández (11,2%). El resultado
electoral fue un golpe a las predicciones: Rodolfo Hernández (28,8%), Carlos
Ibañez (27,1%), Juan Carlos Alvernia (20,1%) e Isnardo Muñoz (11,2%)
Finalmente, la mentira en las respuestas
de los encuestados crea un ambiente de zozobra electoral. Todos saben que eso
ocurre, pero la gran mayoría de candidatos, especialmente cuando ganan en las
encuestas, se resisten a creer que están siendo engañados. Un hecho
internacional nos sirve de ejemplo: Hillary Cinton se daba como segura ganadora
con cuatro puntos porcentuales por encima de Trump, y perdió.
Y mentir durante una entrevista para
encuestas, puede ser una forma de ocultar sus pensamientos sobre temas críticos
o plegarse al nombre de un líder que conquista una mayoría ficticia, con la
convicción de que no votará por él. Son comportamientos sicológicos complejos y
fenómenos sociológicos que se están tratando de explicar, pero que seguirán
están ahí, afectando las predicciones electorales.
La recomendación es trabajar más en
conquistar eficazmente el electorado y dejar de pensar tanto en los resultados
de las encuestas, porque las variaciones en la opinión pública son profundas y
crean muchísimas decepciones y frustraciones políticas.
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