Antes de la pandemia ya se
evidenciaban cifras críticas sobre las condiciones mentales y emocionales de
las personas, obligando a las autoridades a manifestar su preocupación y adoptar
programas especializados de atención, especialmente dirigidos a los jóvenes, donde
se vio aumento en el número de intentos de suicidio, algunos de ellos,
infortunadamente, consumados.
Durante el largo proceso de restricción
a la movilidad, que impidió que la gente pudiera desarrollar su vida cotidiana en
libertad, con el objetivo de frenar la rápida expansión del virus, los
integrantes de las familias enfrentaron problemas de convivencia, aislamiento
social, soledad, estrés, tristeza, melancolía, abandono y desesperanza.
Ahora, que la sociedad está en
una fase de reacomodo ante la nueva realidad, se empiezan a evaluar las consecuencias
mentales heredadas de ese año atípico y frustrante.
Esas consecuencias se
relacionan con la infelicidad de las personas, que han visto disminuir la
alegría de vivir, el deterioro de las relaciones familiares, la pérdida de
amistades y la muerte de seres queridos, unidas a la caída de los ingresos
monetarios, el desempleo y la desigualdad en los beneficios de la recuperación
económica.
Muchas personas prefirieron enfrentar
su soledad y los efectos sociales y económicos de la crisis, refugiándose en
las drogas, el tabaco y el alcohol, que han deteriorado su estado de ánimo,
generándoles emociones de tristeza, disgusto, miedo, culpa, aburrimiento,
ansiedad y confusión, que deben ser tratados a través de una política pública
de salud mental.
La intervención conjunta de
los gobiernos, las autoridades de salud, las familias, el sector educativo y los
empresarios, en el marco de una política pública, es indispensable y urgente, porque
como lo manifiesta el director de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus, “muchos de los factores de riesgo para la
salud mental siguen estando muy presentes”.
En Colombia ya existe una política nacional de salud
mental, cuyo fin es el desarrollo
integral y la reducción de riesgos asociados a los problemas y trastornos
mentales, el suicidio y las violencias interpersonales.
Sobre el
suicidio, la
Organización Mundial de la Salud reveló que anualmente pierden
la vida más personas por esta causa que por VIH, paludismo y cáncer de mama y
que el suicidio entre los hombres es 2,5 veces superior al de las mujeres, teniéndose
para ellos una tasa de 12,6 por cada 100.000 hombres.
A pesar
de que el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes, menos de 40
países en el mundo tienen una estrategia para su prevención. Por ello, se trazó
en los Objetivos de Desarrollo Sostenibles la meta de reducir en un 33% la tasa mundial
de suicidios a 2030, con base en las cifras de 2015. En Colombia debe existir
un compromiso en esta misma dirección.
+ Estos conceptos no comprometen a la RAP Eje Cafetero, de
la que soy Subgerente de Planeación Regional
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