Millones de personas se movilizan por diferentes regiones del país durante la temporada de fin y principio de año, sin que les importe el riesgo de avivar el avance de la Covid 19, que ha ocasionado 44.000 muertes en los últimos 10 meses en Colombia. Los epidemiólogos están seguros que en enero y gran parte de febrero de 2021 aumentarán desproporcionadamente los infectados y el número de fallecidos.
Las asociaciones médicas y
científicas le propusieron al gobierno nacional que confinara nuevamente el
país en diciembre de 2020, tal como lo han hecho países europeos. Pero no fue
posible. Las restricciones se siguen basando en el autocuidado. Sólo algunos
alcaldes y gobernadores se arriesgaron a tomar decisiones drásticas, que evitan
en buena medida que la crisis de la salud se profundice en sus territorios.
La fórmula del autocuidado
no funciona como se pretende. Se impone la indisciplina social, que muestra
grandes conglomerados comportándose de forma insensible e insolidaria, llevando
al país a una situación insostenible en términos sanitarios y a debilitar o
interrumpir los esfuerzos que se hacen para lograr sacar a flote una economía
deteriorada, que condujo a la quiebra a miles de empresarios y dejado sin
trabajo a millones de personas, que hoy están atrapadas en la pobreza.
Los medios de comunicación prodigan
amplia información sobre la manera como la gente se tomó los ríos para pasar el
desenguayabe de fin de año; la cantidad de quemados con pólvora; la violación
del toque de queda y la ley seca a través de fiestas en plena calle o en
reuniones clandestinas. Hay un desafío comunitario a la autoridad gubernamental
y se impone el caos.
Este comportamiento
irracional no ocurre sólo en Colombia. También se vive en los países desarrollados,
donde el desorden rebasa los esfuerzos de las autoridades por mantener la
disciplina.
Si la rebeldía causa, como
lo aseguran los expertos, una disparada de los casos de contagio y se pone en riesgo
el sistema hospitalario colombiano, sucederá lo que nadie quiere: un nuevo confinamiento obligatorio, con
consecuencias dolorosas y desastrosas para la economía y la calidad de vida de
la gente. Muchos países ya viven esta realidad debido a la segunda ola de
contagios. España decretó un nuevo “estado
de alarma” con toque de queda general; Francia también tiene toque de queda
y cierre total de comercio e instituciones; en el Reino Unido hay confinamiento
por cuarenta días; en Italia el estado de emergencia se extendió hasta el 31 de
enero y hay toque de queda; Alemania tiene cerradas instituciones educativas y los
centros de comercio hasta el 10 de enero.
Bogotá ya confinó por dos
semanas tres localidades y la situación se complicará cuando regresen quienes
se fueron de vacaciones. Cundinamarca, Tolima Risaralda y otros territorios han
decretado restricciones, que podrían llegar a ser más estrictas con el paso de
los días.
*Estos
conceptos no comprometen a la RAP Eje Cafetero, entidad de la cual soy
Subgerente de Planeación Regional
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