El daño económico y social que produce la pandemia de la Covid 19 es histórico en todas partes del mundo. Pero su impacto es especialmente fuerte en países con una economía débil como la nuestra.
Pero no todas las personas sienten los efectos negativos de
la misma forma y con la misma intensidad. Ha quedado comprobado que las mujeres
colombianas han visto disminuir su calidad de vida, sus ingresos y sus
oportunidades en índices muy superiores al de los hombres, durante los siete
meses que llevamos de la pandemia. Pero su mala situación no es nueva ni debe
asombrarnos. Es un comportamiento social endémico que las ha marginado y
menospreciado.
La situación de las mujeres en nuestra sociedad se puede
resumir así: son más pobres, más desempleadas, con menos incidencia política y
gerencial y ganan menos que los hombres. De paso son más violentadas física, sicológica y
sexualmente. Una radiografía que denota exclusión y marginalidad.
Deteniéndonos sólo en los datos de empleo, encontramos que en
el trimestre mayo-julio de 2020 el desempleo afectó al 25,5% de las mujeres en
edad de trabajar (17% de los hombres). La tasa global de participación de ellas
en el mercado laboral fue 44,9% (68,4% en los hombres). La tasa de ocupación
femenina llegó a 33,4% (56,8% de los hombres)
Por efecto de estos indicadores, el 64,5% de la población económicamente
inactiva es femenina (35,5% masculina). Del total de mujeres desocupadas, el
40,8% corresponde a mujeres jóvenes (14 a 28 años de edad).
Las mujeres son mayoría laboral en el comercio, atención de la salud humana, actividades artísticas, alojamiento y servicios de comida, servicio doméstico y sector financiero y de seguros. Pero esto no se traduce en una remuneración justa y equilibrada: ellas reciben en promedio el 17% menos de pago que sus pares masculinos por desarrollar las mismas actividades.
Y los datos en el mercado laboral siguen mostrando los
desequilibrios. Sólo el 25% de los empleadores son mujeres (75% corresponde a
hombres). Ellas son el 56% de los trabajadores sin remuneración. El 90% de los
empleos domésticos son femeninos. Y en los trabajos por cuenta propia, ellas apenas
representan el 36%.
La situación laboral de las mujeres se agrava si son jóvenes,
con pocos estudios, de procedencia campesina y perteneciente a minorías étnicas
como afros e indígenas.
¿Es posible cambiar esta situación? Gran parte de la decisión
está en la capacidad de gestión y presión por parte de las mujeres, que presentan
el 50,7% de la población total del país, y el 51,7% de los 36,6 millones de
ciudadanos facultados para votar.
*Este comentario no compromete a la Región Administrativa y
de Planificación RAP Eje Cafetero, entidad de la cual soy Subgerente de Planeación
Regional.
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