“Messie
Burrosconi”. Ese fue el saludo que me dio Alberto Arias Dávila en los
veinticinco años que fuimos amigos.
Trabajamos
juntos en la Contraloría de Risaralda y en la Corporación Autónoma Regional del
Risaralda. Compartimos oficina durante varios años y junto con Benhur Zapata,
Heberto Cardona y Diego Patiño conformamos un grupo de amigos, que sobrevivió
el paso del tiempo. Muchos recuerdos, que hoy se agolpan ante la inevitable
realidad de la vida: la muerte.
Alberto
fue un mamagallista empedernido que, sin embargo, se tomaba en serio sus
responsabilidades laborales. Los 13 años en que dirigió la CARDER, los
resultados técnicos y científicos fueron excepcionales, logrando proyectar esta
entidad en el escenario nacional e internacional, al punto que la mayor parte
de los recursos de inversión provenían de convenios de cooperación.
Ingresó
en la política. Fue candidato a la Gobernación de Risaralda y a la Cámara de
Representantes en representación del Partido Liberal. Aunque no tuvo éxito, sí
exhibió un prístino interés por promover ideas de alto contenido social,
basadas en el desarrollo humano y la sostenibilidad ambiental.
Durante
tres años ejerció como Contralor de Pereira, su última responsabilidad pública,
de la que tuvo que alejarse por una enfermedad que terminó por cobrarle la vida
este seis de octubre.
En
los 16 años en que estuve viviendo en Bogotá, sagradamente teníamos espacio
para hablar a través del celular hasta que se acababan los minutos o para
desayunar una changua o un calentado de frijoles, siempre en el Centro
Internacional cuando viajaba a la Capital.
Quedan
presentes los recuerdos de los juegos de billar, donde siempre “comía marrano”,
pero pagaba la cuenta. El whisky aguado en las noches de parranda. La indeclinable
decisión de salir en auxilio de sus amigos. La bondad con los más vulnerables. La
autoridad ejercida con Mallete en mano como Venerable Maestro de la Logia Masónica.
Las discusiones sobre el calentamiento global, de la cual sobrevive un libro
que escribimos juntos. Su amor por Claudia y su profunda entrega por Carolina y
Sebastián, a quienes enviamos, en unión de Ana Milena, Sara y Pedro, nuestro
abrazo solidario.
Alberto nos espera en
el Oriente Eterno y a la diestra del Gran Arquitecto Del Universo.
1 comentario:
Ahora con el cierre de los escrito , resultamos con un burro masón , que no sabe ni siquiera lo que es un mandil.
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