No han sido días fáciles. De un momento para otro, los
planes institucionales y personales sufrieron un vuelco total. En vez de estar
en las reuniones, en el desplazamiento hacia las oficinas, trabajando en las
fábricas y en los almacenes, o recibiendo clases en los colegios y universidades,
todos quedamos atrapados en la casa, adaptándonos a nuevas rutinas y con la
incertidumbre de lo que va a ocurrir mañana y el sufrimiento de lo que está
pasando hoy.
Miles de familias no tienen cómo garantizar el alimento
diario y aspiran que los anuncios de ayuda hechos por el gobierno nacional se
concreten rápidamente. Algunos empresarios, la minoría, por fortuna, han tomado
la decisión de cancelar o suspender los contratos de sus trabajadores, creando
un gran drama social. Los banqueros, en su mayoría, están listos para recibir
los dineros que el gobierno les entregará para fondear el sistema financiero,
pero se abstienen de comprometerse frente a sus clientes con decisiones de
fondo sobre créditos, intereses y plazos. La especulación y el acaparamiento de
productos básicos de la canasta familiar y de artículos esenciales para la
salud, dejan al descubierto la malignidad de algunos comerciantes, que con sus
acciones están pavimentando su camino hacia el infierno. La improductividad de
la economía pasará una cuenta de cobro, que tendrá efectos duraderos sobre el
empleo, la generación de ingresos y la sostenibilidad de los emprendimientos
empresariales.
La terrible coincidencia de la aparición del Covid 19 con la
caída estruendosa del precio del barril de petróleo y el aumento asombroso de
la cotización del dólar, han permitido que se cocine una sopa amarga, que
millones de colombianos tendremos que tomar. Y si a esto se le suma el hecho de
que las remesas procedentes de Europa y Norteamérica disminuyeron
sustancialmente, entonces habremos de asistir a un aumento dramático de la
pobreza de las familias, que se cuentan por millones, que no tienen ingresos adicionales
al giro mensual que mandan los migrantes y que hoy también están encerrados y
sin trabajo.
Hay mucho dolor, sufrimiento y desesperanza con las
consecuencias de esta pandemia, que muy seguramente no será la última ni la más
grave, y que implica que los humanos tendremos que adoptar nuevos
comportamientos sociales; que la economía deberá evolucionar de la mano de las
comunicaciones y la virtualidad; que los gobiernos estarán obligados a ponerle
mayor atención a los sistemas de salud; que habrá nuevas tendencias en el
consumo; que la ética social dará un gran salto en favor de la solidaridad; que
la geopolítica sepultará las naciones gobernadas por la estupidez; y que en
definitiva, el mundo no será el mismo.
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