Sin duda el tema más importante
de la discusión electoral en Dosquebradas será el de la lucha contra la
Corrupción, dados los acontecimientos ocurridos en la presente administración y
que condujeron a la cárcel al actual alcalde, concejales, funcionarios y
contratistas, mientras avanza hacia la etapa de juicio el proceso judicial. Adicionalmente,
se sabe de las acusaciones realizadas por la Fiscalía contra un exalcalde, cuya
audiencia preparatoria para imputación de cargos será en el mes de julio, de
acuerdo con la decisión de un juez.
El otro tema sensible y que está
afectando la calidad de vida de las personas, es la movilidad en las vías que
conducen hacia Pereira, Santa Rosa de Cabal y Manizales. Los trancones
vehiculares son permanentes y cada vez más demorados, por la ausencia de un
sistema vial adecuado. Estudios indican que las personas que se movilizan en
vehículos particulares o en buses, permanecen allí el equivalente a 19 días del
año; mientras que para los usuarios de Megabus son 13,5 días.
Al listado de problemas, se
agrega el desarrollo urbanístico de Dosquebradas, que se ha convertido en un factor
que influye drásticamente en la baja competitividad que tiene el municipio, lo
que surge por evidentes fallas en la planeación, que se traducen en la entrega
indiscriminada de licencias de construcción por parte de la Curaduría, sin que
se tengan en cuenta las limitaciones de la infraestructura de vías y la oferta
de servicios públicos básicos.
Dosquebradas ha crecido
poblacionalmente de manera muy rápida debido a procesos migratorios impulsados
por los proyectos inmobiliarios, la mayoría de ellos dirigidos a poblaciones
pobres a través de vivienda de interés social y prioritaria. Incuso, allí se
construyeron viviendas gratuitas. Lo grave de esta situación es que este
municipio no estaba preparado para soportar estos cambios demográficos y
poblacionales, lo que se evidencia en los constantes problemas de falta de agua,
fallas en el alcantarillado e incumplimientos en la recolección de basuras, que
unido a la inmovilidad en el tránsito vehicular, crean un entorno poco propicio
para el desarrollo humano.
Una de las consecuencia de esta
falta de gobernabilidad en Dosquebradas y el desorden urbanístico que se
presenta, es la inseguridad galopante, que ha creado zonas vedadas para las
autoridades de Policía; existencia de bandas criminales; espacios definidos con
limites invisibles para la comercialización del microtráfico de
estupefacientes; aparición de más espacios dedicados a la prostitución;
incursión de más jóvenes en el mundo de la droga; y aumento desmedido de robos
callejeros y atracos a residencias.
Un panorama poco alentador para
un municipio que se había convertido en la esperanza de ser el epicentro
industrial de Risaralda, pero que por la fuerza de los hechos, se fue
desdibujando para quedar en la condición de “localidad
dormitorio”, ocupada por miles de personas que trabajan en Pereira y otros municipios,
y que no tienen querencia con su territorio y no consumen (porque casi nunca
encuentran) servicios y productos en su hábitat, lo cual genera una fuga de
capital que termina no contribuyendo a la reinversión, a la generación local de
empleo y al pago de impuestos que son la base para financiar las obras que son
necesarias en términos de desarrollo social y aumento de la cantidad y calidad
de los bienes públicos.
Este coctel de malas noticias, se
complementa con la ausencia casi absoluta de gobernantes locales con visión de
largo plazo y propuestas audaces para buscarle salidas viables y costeables a
los problemas descritos. A lo que se han dedicado la mayoría de los alcaldes,
es a atomizar el presupuesto en pequeños proyectos, todos aislados, que no
generan impactos en indicadores sustanciales como la disminución de la pobreza
y el desempleo, o el incremento de los indicadores de calidad de vida, o la
ampliación de la cobertura y la calidad de la educación, o el fácil acceso al
sistema de salud, o la equidad de género, o el respeto por los derechos de las
minorías, o la prevención de la violencia contra la mujer, o el control de la
inseguridad, o la protección de la niñez, la juventud y la ancianidad, para
sólo mencionar algunos.
Lo que ha imperado en la
administración pública de Dosquebradas es una competencia a muerte por quién es
el mayor promotor de asistencialismo. Quién aparece más veces con racimos de
plátano y bolsas de mercaditos para entregárselos a unas familias empobrecidas
que se contentan con estas dádivas, pero que no son sujetos de políticas
públicas que les facilite escalar socialmente, saliendo de la trampa de la
miseria y rompiendo los diques de la pobreza intergeneracional.
Lo ideal sería que hubiese en
Dosquebradas un plan de desarrollo que incentivara el encuentro de la academia,
la empresa, la comunidad y el gobierno, donde se aunaran los esfuerzos para buscar
las salidas más adecuadas a los problemas, y se pudiera pasar de la acción
reactiva a la gestión propositiva. Esta es una finalidad que se debe cumplir y
que debe ser un objetivo básico del nuevo gobierno local.
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